¿Se puede vivir del arte en el salvador?
¿Es posible
vivir del arte en el salvador? Sí, rotundamente sí. Hay mucho mito y desinformación sobre
las posibilidades que tienen las personas creativas para dedicarse al arte profesionalmente.
Pero es muy difícil vivir del arte en el
salvador debido a que la sociedad en su conjunto y el estado salvadoreño no le
ha dado el rol de importancia que los artista tenemos en el desarrollo y
bienestar de las sociedades.
Ser artista y vivir del arte en el salvador ¿????
Pero si lo que quieres es vivir de las ventas de tu
arte, a menos que tengas dinero para contratar los servicios de profesionales,
puedes encargárte tú mismo de la mayoría de las tareas administrativas y/o
comerciales de tu negocio como hacen tantos otros freelances y autónomos cuando
están empezando.
Te doy algunos consejos espero de que te sirvan un
poco
1.
Inestabilidad económica. Prepárate mentalmente para no tener un salario
fijo y vivir de los ingresos que seas capaz de generar sobre la marcha. Los
ingresos pasivos te pueden ayudar a estabilizar la entrada de dinero (ver punto
5).
2.
Cóntrol de ingresos y gastos. Calcula tus gastos básicos mensuales,
trimestrales y anuales, y si serás capaz de asumirlos. Analiza de dónde
provienen tus ingresos y a dónde va ese dinero.
3.
Ser legal. Puedes
comenzar como amateur para poner a prueba la viabilidad de tu proyecto y ganar
experiencia profesional a tu ritmo, pero ponte un límite de tiempo o de
ingresos para legalizar tu situación.
Aumentarán tus gastos fijos, pero a la larga
estarás más protegido económicamente: impuestos, seguridad social, etc.
4.
Precio justo. No seas
tímido cobrando por tu trabajo y calcula que el precio del proyecto sea
rentable.
Asegúrate de ir incluyendo en el precio los gastos
de prestaciones como seguros (vida, salud, incapacidad, seguro de propietario o
inquilino...), pensiones (desgraban impuestos y el ingreso que producen está
libre libre de cargas), vacaciones pagadas, etc; y vigila los gastos indirectos
(como las horas que dedicas a limpiar tu estudio, por ejemplo).
5.
Huevos en varias cestas. Diversifica tus fuentes de ingresos. Estate
alerta ante nuevas oportunidades: Ventas, encargos, trueques, clases,
asesoramiento, becas, residencias, donaciones, concursos, apoyo económico familiar o por un mecenas, otro
trabajo por cuenta propia o ajena, alquileres...
6.
Inversión social.
Invierte en tu red de
contactos: colaboradores, amigos, profesionales del sector,
instituciones, etc; porque de ella vendrá el grueso de tus proyectos e
ingresos.
7.
Marketing. Dedica un
par de horas a la semana a la auto-promoción. Crear arte es la mitad del
trabajo, aún tienes que venderlo y/o conseguir nuevos encargos para mantener tu
agenda ocupada.
8.
Crisis es oportunidad. En tiempos difíciles, sé creativo con tu negocio.
Lanza campañas u ofertas especiales.
9.
Vacas gordas y vacas flacas. Cuando el negocio vaya bien, ahorra dinero para
rachas menos prósperas. Es conveniente tener un colchón económico equivalente a
3-6 meses de gastos básicos.
10.
Economías independientes. Separa tu economía profesional de la
personal. Crea una cuenta bancaria con tarjeta para dividir ingresos y gastos
profesionales de los personales.
11.
Financiación. Trata los
gastos en tu arte y negocio como inversiones.
12.
Guarda las facturas. Registra regularmente todos los costes de tu
negocio a lo largo del año para facilitarte la declaración de la renta e
infórmate sobre cómo deducir el máximo de gastos.
13.
Impagos. Insiste
cuanto haga falta para cobrar pagos retrasados. Posiblemente te pase alguna
vez. Trabaja con contrato para protegerte en estas situaciones.
Aquí te dejo con algunas
formas en que algunos artistas sobreviven.
Un artista
vive de la renta, de alguna renta, por ejemplo de un inmueble heredado que
produce una suma fija mensual. Un estudiante se pagó la costosa matrícula de
una universidad privada con el producto de un local que le tenía alquilado a un
cine-bar, lo que los asistentes gastaban en boletas, cócteles y crispetas él lo
reinvertía en arte. En otros casos las rentas vienen de lo que producen las
acciones en un negocio familiar. Una generación trabajó, otra hizo fortuna y la
última, la generación artista, se gastó la plata.
Dos
hermanos, uno actor y otro cineasta, vivieron durante mucho tiempo del producto
de la renta que producía la fábrica de piscinas fundada por el padre y
administrada por el primogénito, un ingeniero igual de excéntrico a sus
hermanos menores pero que debió conducir su artisticidad por el cauce señalado
por el padre.
Otro artista
a la muerte de su padre recibió una gran fortuna como herencia, ante lo que su
mejor amigo, otro artista, dijo que era él quien había pasado a mejor vida.
Otro artista
vive de un negocio. Cada quince días hace el viaje de la capital a su pequeña
ciudad natal donde tiene una miscelánea que mantiene surtida de prendas y
adminículos para jóvenes, cosas pasadas de moda en la gran ciudad pero que son
novedad en la provincia.
El artista dice con orgullo que es él quien define las
tendencias de la moda en la pequeña ciudad. Otro artista puso un restaurante y
se le incendió, otro montó el restaurante que lo hizo tan reconocido como chef
que cuando dice que también es artista la gente se sorprende.
Otros
artistas optan por el diseño y montan empresa, les va bien, son prueba de que
en diseño más que estudio se necesita de práctica, prueba y error, experiencia;
a estos artistas que diseñan les va tan bien que pasan de artistas a
diseñadores.
Todos tienen una fase en que ven el diseño como arte pero cuando
el trabajo los abruma, y los clientes “siempre tienen la razón”, caen en cuenta
de que el diseño es un servicio más y de que ellos se han convertido en
proveedores de soluciones, no de enigmas; lo que comenzó siendo una estrategia
temporal de automescenazgo —el diseño para pagar el arte—, terminó siendo un
trabajo perpetuo donde todas las licencias creativas del arte van a parar al
diseño. De vez en cuando estos artistas diseñadores les toca hacer un catálogo
de arte o un trabajo para un museo de arte y cuando entran de nuevo en contacto
con la gente del arte, agradecen vivir del diseño, incluso extrañan a sus
clientes habituales.
Es raro pero no inusual que por algún rezago estético
estos diseñadores recuerden esa cosa inútil y anodina llamada arte, pero pronto
lo urgente los trae de nuevo al presente.
Otro artista
emigró y montó una carpintería en un país de donde tenía nacionalidad, antes
hacía instalaciones sonoras efímeras, hoy instala pisos de madera y une cada
pieza con el mismo cuidado con que componía sus obras de arte.
Otro artista
tuvo un hijo y abandonó el arte: “los hijos son la muerte del artista y el
nacimiento del publicista”.
Otros
artistas viven de la dictadura de clase. Cada año los programas de arte de la
universidades del país gradúan un promedio de 500 artistas, un público cautivo
que necesita de un cuerpo de recreacionistas intelectuales que cumplan con la
ilusión de enseñar arte.
Enseñar arte puede ser el mejor trabajo para un artista,
hay bastante tiempo libre para crear o “investigar” (como se refieren los
artistas a lo que hacen cuando le quieren dar altura académica). A pesar de que
cada vez hay más trabajo burocrático y hay que inventarse más justificaciones y
comités para justificar la necesidad de los comités que justifican el arte en
la universidad, ser profesor es una buena actividad. Hay que decir que un
profesor de arte goza de un margen insólito de libertad, si los profesores de
medicina dictaran sus clases como los profesores de arte dictan las suyas,
graduarían asesinos en vez de médicos. Tarde o temprano muchos artistas, así no
lo quieran, reencarnarán en profesores de arte; temprano si consiguen trabajo
en un colegio, usualmente el mismo colegio donde han estudiado, o tarde cuando
regresan endeudados con una maestría y descubren que para lo único práctico que
sirve ese cartón de maestría de arte es para ser admitido en el proceso para
calificar como profesor universitario de arte. Pero además de tener la maestría
habrá que tener un doctorado y cuando todos tengan un doctorado algo más habrá
que tener, el único consuelo es que mientras más grados haya que tener más
necesidad de profesores de arte habrá y así tal vez haya más puestos de
profesores universitarios de arte para darle clase a todos los que necesitan
estudiar para tener más grados para obtener el puesto de profesor universitario
de arte.
También existen los profesores de talleres independientes, pero
dependen del tiempo libre y la inconstancia de las señoras y pintores de fin de
semana.
Otro artista
vive del arte, sí, se puede vivir de eso: hay que asistir a muchos cócteles de
inauguración, hay que circular y sonreír y hacer comidas y ser pródigo con las
gentes del arte, con los galeristas, coleccionistas y curadores, y con sus
cónyuges e hijos. Jamás hablar mal de la gente del arte en público y menos aún
publicar algo malo sobre ellos.
También hay
que ser dúctil y decirle que sí a cuanto oferta de publicidad haya, y
participar en subastas benéficas, y enviar a un testaferro que puje en la puja
para que las obras se subasten bien y así elevar la cotización del precio del
arte en el mercado. También hay que tener un taller y regar la voz de que hay
piezas asequibles, económicas, y una vez los coleccionistas visitan el taller,
atenderlos muy bien, siempre sonreír, y disponer las piezas con estrategia, de
lo caro a lo barato, mostrar piezas que “ya están vendidas”, y hacer el tour de
los precios con indiferencia y seguridad.
Hay que soltar datos prestigiosos
sobre clientes previos y sobre la cotización de las piezas en la galería.
Hay que
acordar con el galerista y con el dealer que obras hay que repetir y venderlas
con discreción, y en la Feria de Arte montar guardia cerca al stand donde está
la mercancía y para efectos de prosperidad parecer que se está ahí por pura
casualidad. Hay que tener una galería por fuera del país, no importa si se
trata del cuarto trasero de un bar alternativo en Berlín o de una galería
meramente comercial, lo que cuenta es la internacionalización y poder dar el
precio en dólares o en euros.
Otro artista
optó por la doble vida —o eso es lo que se deduce de su esquizofrenia
estilística—. Tiene dos tipos de obra, una que es la propia, la que no se
vende, la conceptual, la efímera, la caprichosa, la que lo posiciona en el
reino de las inteligencias y otra en la que da muestra de su destreza manual
para hacer paisajes y caballos o fotos bonitas, o floreros bonitos, y que vende
de forma anónima, o bajo un heterónimo para que no se pueda relacionar con el
nombre propio y no afecte el capital reputacional.
Es importante que los
artistas no revelen de qué viven, sobre todo si no viven del arte, esto
mantiene el mito de su independencia, de que no sirven a nadie, de que son
inocentes, de que nunca serán lo suficientemente maduros para liberarse de la
idea de libertad.
Otros
artistas viven de la mediación artística, trabajan como asistentes en talleres,
museos, galerías y espacios independientes, como cargaladrillos de artistas,
curadores o galeristas, y luego, con la experiencia adquirida y una lista de
contactos, se lanzan como artistas y curadores y galeristas, o simplemente
dejan de ser artistas para ser curadores, galeristas o gestores culturales.
Otros
aprovechan su arrojo para juntar palabras, hacer párrafos con esas palabras y
firmar esos arrumes de párrafos para ofrecer textos de arte multipropósito que
se cobran por el número de caracteres y que apenas sirven para cubrir el pago
de los servicios; a los que escriben les basta con publicar uno o dos de estos
textos para ser llamados “crítico de arte” y pasan a escribir en la prensa y en
catálogos, basta con hacer un texto elogioso para una exposición y entregarlo a
tiempo para que otros clientes quieran más textos de ese tipo, ante la presión
de la demanda y el afán de complacer a la clientela es fácil pasar de agudo
provocador a soso prologuista, este género de textos se parece al de escribir
obituarios.
Otros
artistas organizan bienales y encuentros internacionales de arte para pretender
recibir suficiente apoyo como para poder vivir de la bienal y de los encuentros
internacionales de arte que organizan. Otros ponen una ONG de arte y viven de
ofrecer servicios de asistencialismo estético a las comunidades e instituciones
interesadas.
Otros
artistas viven de los premios, se inscriben en cuanto concurso hay, poco
importa si el dinero viene del Estado, de una caja de compensación familiar o
de una multinacional, no importa si la obra hay que mostrarla en una casa
crujiente contra una pared descascarada en medio de la barahúnda de otras obras
o en el corredor de un edificio inteligente, lo importante es concursar con la
meta de ganar. Estos premios son loterías para artistas y dado el número de
artistas que concursan es posible inferir —por simple matemática— que un
artista tiene más chance de ganar en una de estas loterías que en cualquier
otra. Entre premio y premio, entre una convocatoria y otra, en Internet se
puede descampar y solicitar ingreso a las residencias para artistas que se
ofrecen a nivel global, una vez se hace una solicitud a una se tiene una matriz
para hacer más solicitudes, es posible vivir de trotamundos por años saltando
de una residencia a otra.
Otro artista
vive de su conyugue. En ningún momento pensó en casarse con otro artista,
siempre supo que de casarse tendría que hacerlo con alguien que tuviera grandes
ingresos.
Otro artista
vive de oficios varios, es mesero, ayudante de chofer de bus intermunicipal,
mensajero en una agencia de publicidad, es un artista sin obra, nadie lo conoce
pero lleva una vida de poeta.
Muchos de
los artistas viven así.
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