TENDENCIAS DE LA EDUCACIÓN
UNIVERSITARIA EN EL SIGLO XXI.
Los hombres son hombres,
antes que médicos, Licenciados, ingenieros, maestros o arquitectos.
La educación deberá hacer
de ellos hombres honestos sensatos y capaces, y ellos con el tiempo se transformaran
en médicos, Licenciados, ingenieros, maestros o arquitectos.
Honestos sensatos y
capaces.
Jhon
Stewar Miller,
La educación universitaria es vital en este nuevo siglo debido a que ya
se están formando las denominadas sociedades del conocimiento y los
salvadoreños, no podemos ser ajenos a esta realidad debido a que no contamos
con recursos naturales, que poder explotar extensión territorial, pero si
contamos con universidades conde se pueden producir conocimientos y ciencia producto de los mismos y así
poderlos vender en esta nueva realidad mundial “de las sociedades del
conocimiento” es por tal motivo que decidí realizar este ensayo simplemente
para encaminar un poco sobre la importancia de la educación superior como un
medio eficaz de combatir la pobreza en sus diversas manifestaciones.
POR MARIO ALEXIS AYALA P.
Al comienzo del siglo XXI ha sido pródigo en
declaraciones e informes sobre el papel que deben jugar en el futuro las
instituciones de enseñanza superior, entre las que se encuentran en lugar
destacado las Universidades públicas , de los países en vías de desarrollo
donde prácticamente, toda la enseñanza
superior es universitaria.
Dejando aparte los artículos en revistas
especializadas sobre educación superior o libros escritos por profesores de universidad
sobre el futuro de la misma, que son muy numerosos, lo destacable es que desde
instancias políticas y empresariales se han promovido y publicado informen es
en los que la sociedad no estrictamente universitaria ha tratado de ir
delineando sus propuestas para el futuro de la enseñanza superior a la vista de
los cambios sociales y económicos que se están produciendo en la sociedad
continuamente y siempre con dos ideas fundamentales latentes: que la educación
superior es un factor de primordial importancia para el desarrollo de la
sociedad del conocimiento y que, por lo tanto, las instituciones encargadas de
la enseñanza, la investigación y la formación de profesionales deben estar atentos
a las necesidades de dicha sociedad, no vivir de espaldas a ellas y por lo
tanto.
Deben ser innovadoras y creativas aprovechando
sus recursos en sus tareas y en su organización, También las Universidades han
hecho sentir su voz casi siempre con más énfasis en la defensa de su autonomía
institucional y en los diversos cambios en sus países de origen
El Salvador
debe encaminase a hacer una Sociedad
del Conocimiento.
Esta denominación de la sociedad actual ha calado
profundamente en toda la literatura de análisis y previsión social, queriendo enfatizar
el hecho de que lo que define el liderazgo y el desarrollo de los países no es
ya la producción de bienes materiales y el intercambio de mercancías, sino la generación
de conocimientos y su transformación en bienes y servicios, la mayor parte de
ellos de carácter inmaterial.
Lo que hoy es un concepto aceptado fue
anticipado hace ya casi veinte años, en
1973, por Daniel Bell, profesor de Sociología de
la Universidad de Harvard, quién en su libro “El advenimiento de la sociedad
postindustrial” escribía: “La sociedad postindustrial significa, ante todo, un
cambio de carácter de la estructura social en una dimensión, y no de la
configuración total de la sociedad.
Se trata de un tipo ideal, de una construcción
acoplada por el analista social, de los diversos cambios de la sociedad, que,
al reunirlos, resultan más o menos coherentes contrastado con otras construcciones
conceptuales.
En la descripción aparecen tres componentes
principales: en el sector económico, un giro de la industria a los servicios;
en la tecnología, la centralidad de las nuevas industrias basadas en la
ciencia; en el terreno sociológico, el crecimiento de nuevas élites técnicas y
la introducción de un nuevo tipo de estratificación.
Desde aquí, se puede volver atrás y afirmar, de
forma más general, que la sociedad postindustrial implica el brote de nuevas
estructuras y principios axiales: el paso de una sociedad productora de bienes
a una sociedad de información o de conocimiento; y, en los modelos de
conocimiento, un cambio del eje de abstracción desde el empirismo o la
chapucería de la prueba y el error a la codificación del conocimiento teórico
para dirigir la innovación y la formulación de programas políticos”.
La producción de conocimientos, la producción de
resultados de la investigación científica, la creación de conocimientos o
cualquier otra denominación que quiera darse es una de las funciones y retos de una Universidad moderna y así está
formulado en todas las leyes y disposiciones que señalan las funciones o
misiones de la Universidad. Como.
La investigación científica y técnica constituye
una parte importante de la labor ordinaria de las Universidades y, aunque no haya
alcanzado, en términos cuantitativos, los niveles medios de producción, se
puede afirmar que la mayoría del profesorado, las licenciaturas y las maestrías
universitarias se aplica a la producción del conocimiento.
Sin embargo, en la actualidad, las Universidades
no son las únicas instituciones que producen conocimiento.
Nunca antes , desde su creación en el medievo,
lo han sido en exclusiva y en épocas de fuerte crisis de las Universidades,
como en el siglo XVIII, gran parte de la creación técnica se realizó al margen
de las mismas, pero es a partir del segundo tercio del siglo XX y, sobre todo,
después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la investigación científica es
abordada de manera sistemática por las empresas y otras instituciones no
universitarias, produciendo tanto o más conocimiento que en las Universidades,
las Universidades no tienen, pues, la exclusiva en la creación de conocimiento,
en la investigación científica y técnica y en la creación artística y es bueno
que así sea.
Precisamente, la denominación “sociedad del
conocimiento” parece indicar también que éste no es exclusivo de ninguna
institución y que se ha socializado.
La pregunta entonces puede ser: ¿seguirán las
Universidades teniendo un papel importante en la producción del conocimiento o
se verán relegadas a un segundo plano por otras instituciones?
La situación se complica más si consideramos, no
solo el aspecto de la creación, sino los de almacenamiento y acceso al
conocimiento.
Las fuentes de información están extendidas por
todo el mundo y por muchas instituciones y su acceso a las mismas, con el uso
de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, es hoy muy sencillo
y rápido.
En el depósito y acceso a las fuentes del
conocimiento también la Universidad ha perdido protagonismo, si damos un paso
más y consideramos la innovación, es decir, la puesta en el mercado de los
resultados de la investigación, concepto clave y de honda preocupación en la
sociedad, el futuro papel de las Universidades se vuelve a complicar.
En efecto, en Europa preocupa mucho lo que se ha
dado en llamar “la paradoja de la I + D, de la investigación y el desarrollo”,
pues siendo la financiación de la I + D similar a la de Estados Unidos o Japón
la innovación tecnológica va detrás de la de estos países, lo cual lleva a
pensar que algo no funciona bien en la cadena investigación/desarrollo/sociedad/mercado
y convendría pensar en qué medida y proporción le corresponde al sistema de
enseñanza superior la existencia de esta anomalía, pues hay un consenso en el
papel primordial que debe jugar la educación en la sociedad del conocimiento y,
dentro de todas las etapas de un sistema educativo, la superior o universitaria
es decisiva en el asunto que tratamos.
Señalaba anteriormente que la Universidad no
tiene ni mucho menos la exclusiva de la investigación, de la producción de
conocimientos y que cada vez más, hay otras instituciones de la sociedad que
llevan a cabo estas funciones.
Observemos, sin embargo, que en las empresas las
personas que llevan a cabo tareas de innovación son profesionales formados en
las Universidades, y aquí, en esta función de formación de profesionales, entre
los cuales están los investigadores, sí que la Universidad tiene prácticamente
la exclusiva, lo cual nos lleva a preguntarnos por la importancia de la formación
de profesionales para la sociedad del conocimiento.
La formación de profesionales.
En Europa
el Conocimiento es un factor insustituible para el crecimiento social e individual
y un componente indispensable para consolidar y enriquecer la ciudadanía la
sociedad europea, capaz de proporcionar a sus ciudadanos las competencias
necesarias para encarar los desafíos del nuevo milenio”. Reconocida, pues, la
importancia de la educación y de la cooperación educativa, continua diciendo:
“Debemos prestar particularmente atención al objetivo de aumentar la competitividad
de los sistemas de educación superior, la vitalidad y eficiencia de una
civilización puede medirse por la atracción que su cultura ejerce sobre otros
países, tenemos que asegurar que el sistema de educación superior adquiera un
alto grado mundial de atracción que igual nuestras tradiciones culturales y
científicas”.
La competitividad de los sistemas educativos y,
en particular, de las Universidades, en función de estos diagnósticos, la
Declaración plantea seis objetivos generales que tienen que ver, principalmente,
con la enseñanza, con la formación de profesionales.
Así, el primero señala la necesidad de “adoptar
un sistema de grados fácilmente entendible y comparable para promover la
empleabilidad de los ciudadanos, la competitividad de los sistemas de educación
superior”. Y el segundo objetivo marca un sistema cíclico cuando indica que hay
que “adoptar un sistema basado en dos ciclos: pre graduado y graduado, el
acceso al segundo ciclo requeriría completar con éxito las enseñanzas del
primer ciclo que durarán un mínimo de tres años, el grado obtenido después del
primer ciclo debe ser relevante para el mercado de trabajo como un nivel
apropiado de cualificación, el segundo ciclo debe conducir a los niveles de master
y doctorado”.
El primer objetivo tiene que ver con otro
concepto clave de la actual sociedad: la globalización, los sistemas educativos
de cada país en américa latina se han quedado pequeños y un tanto cerrados
sobre sí mismo y hay que buscar una dimensión mayor para competir con otros
sistemas, el norteamericano principalmente, más claros y más extensos. El mundo
educativo debe seguir el camino emprendido del espacio económico europeo.
El segundo objetivo trata de dar relevancia a la
formación de profesionales cualificados para el mercado laboral con el primer
grado o título que se obtenga, que debe tener una duración corta.
Las tasas de fracaso son bastante altas y la
incorporación al mercado laboral es tardía.
Además con el intricado sistema de títulos se
producen conflictos de competencias profesionales que a la aparte tienen un
reflejo en el mundo académico.
Lo difícil, y por ello nunca ben resultados, polémicos
entre formación liberal y formación profesional sigue presente en la concepción
de las enseñanzas y los planes de estudio.
Encontrar un modelo único para todo tipo de
formación es equivocado pero los mensajes que las Universidades reciben de la
sociedad son inequívocos en el sentido de reforzar los objetivos de adecuación
al mercado laboral.
Basta analizar la demanda de estudios por parte
de los estudiantes en los últimos años, que ésta se dirige hacia las carreras
que, según la percepción del estudiante, tienen mayor y mejor proyección en el
mercado de trabajo.
Las Universidades no devén mirar hacia otro
lado, pensando que la sociedad se equivoca y seguir amparándose en una libertad
académica y en una autonomía mal entendidas.
Creatividad, enseñanza y aprendizaje.
Recordando el poco éxito de la producción o
creación de conocimientos y la escasa innovación tecnológica de las sociedades
de los países sud desarrollados frente a la norteamericana, cabe pensar si en
alguna medida la formación de profesionales tiene que ver con ello, la
formación actual está centrada principalmente en el desarrollo de contenidos
disciplinares, en asignaturas diseñadas por los profesores en función, no solo pero
si de manera importante, de sus puntos de vista y, lo que es peor, de sus
intereses, el resultado es una acumulación de contenidos, unos curricular muy
densos que convierten el trabajo del estudiante en un ejercicio de repetición
de lo explicado por el profesor dejando apenas espacio y tiempo para el
desarrollo de su creatividad.
La creatividad no es una disciplina, una
asignatura que pueda ser explicada en el aula.
La creatividad no se enseña, se aprende, y
depende de las condiciones en que se desarrolla la enseñanza, la creación,
además de libertad, que ya se tiene, requiere reflexión y ésta requiere tiempo,
lo cual debe llevar a las Universidades a prestar más atención al fomento de la
creatividad en los estudiantes mediante la innovación en los contenidos, curriculares
de las enseñanzas y en los métodos de concebir la formación.
En un mundo que experimenta cambios rápidos, se
percibe la necesidad de una nueva visión y un nuevo paradigma de la enseñanza
superior, que tendrá que estar más orientadas al estudiante.
Es lo que se denomina de manera esquemática el
cambio de énfasis de la enseñanza al aprendizaje, como señala la Declaración de
la conferencia Mundial de la UNESCO de octubre de 1998: “Para conseguir estos
objetivos es posible que haya que reestructurar los curricular, implantando
métodos nuevos y adecuados que vayan más allá del dominio cognoscitivo de las
disciplinas.
Se han de fomentar nuevos puntos de vista
pedagógicos y didácticos para facilitar la adquisición de técnicas, competencias
y capacidades de comunicación, creatividad y análisis crítico, pensamiento
independiente y trabajo en equipo en contextos multiculturales, donde la creatividad
también implica combinar el saber y los conocimientos locales y tradiciones con
la ciencia y las tecnologías avanzadas”.
Una de las claves, pues, del estancamiento de la
innovación es el proceso formativo de los graduados superiores.
El proceso cíclico marcado por el segundo
objetivo de la Declaración de Bolonia parece buscar el necesario equilibrio entre
la formación creativa orientada al mercado, la especialización concreta y la formación
de investigadores.
El medio plazo lo fijarían las tendencias y la
evolución del mercado y se cubrirían con un primer grado suficiente poco
especializado donde el método fuera tal que se fomentará el aprendizaje y la
creatividad; el corto plazo se desarrollaría mediante el grado de master,
flexible y cambiable según las demandas del mercado; y el largo plazo se haría
mediante la formación de doctores, de investigadores donde la creatividad y la
producción de conocimientos sería lo fundamental.
Es en suma, aunque cueste reconocerlo como tal,
el modelo de las mejores universidades norteamericanas.
Movilidad, internacionalización y cooperación.
Todo lo anterior debe hacerse teniendo en cuenta
otra de las características que definen la sociedad del siglo XXI y que ya se
mencionó anteriormente: la globalización.
A ello apuntan los cuatro objetivos siguientes a
los dos analizados, de la Declaración de Bolonia, cuando establece: “La
promoción de la movilidad removiendo los obstáculos para el ejercicio efectivo
del libre movimiento de los estudiantes y de los profesores y del personal de
administración, reconociendo y valorando los periodos atendidos en otras
Universidades realizando tareas de investigación, enseñanza y aprendizaje”. O cuando
habla de “La promoción de la dimensión europea de la educación superior, particularmente
en el desarrollo de los curricular, la cooperación interinstitucional, esquemas
de movilidad y programas integrados de estudio, aprendizaje e investigación”.
Para facilitar estos objetivos la Declaración de
Bolonia propone: un sistema de
valoración de las enseñanzas basado en el esfuerzo y el trabajo del estudiante,
es decir, en el aprendizaje, más que en la carga horaria lectiva, basada en las
horas de clase del profesor.
Créditos que deben ser transferibles entre
instituciones y acumulables para la obtención de los diversos grados, para
ello, la unidad de medida, el crédito, debe ser lo más homogénea, cuantitativa
y cualitativamente, en todos los países profesorado, que, experiencias
recientes, muestran que es muy difícil.
Aprendizaje distinto al basado en la enseñanza.
En lo referente a la cooperación institucional –
incluida la cooperación con el mundo empresarial y las administraciones
públicas además de con otras universidades, la movilidad y la innovación, el
ejemplo de la gestación, desarrollo e implantación de INTERNET es un modelo paradigmático de un éxito sin precedentes del modo de
hacer de las universidades norteamericanas.
Queda fuera del contenido de este artículo
relatar esa historia reciente pero recomiendo estudiarla en la amplia
bibliografía existente, entre la cual citaré el libro, recientemente publicado,
“La Galaxia de INTERNET” del profesor y sociólogo español Manuel Castell, científica
compartida, la reputación obtenida gracias al prestigio académico, la evaluación.
Históricamente, Internet se construyó en los
círculos, tanto en las atalayas de los catedráticos, como en las trincheras de
los estudiantes de doctorado, cuyos valores, hábitos y conocimientos se
transmitieron a la cultura hacker”. El papel de las universidades, la
cooperación entre ellas, la movilidad del personal entre las universidades, los
centros de investigación de grandes empresas y la cooperación y financiación
En otra
página del libro escribe: “Si existe una idea compartida sobre las consecuencia
sociales del creciente acceso a la información es que la educación y el
aprendizaje a lo largo de la vida constituyen herramientas esenciales para el
éxito en el trabajo y el desarrollo personal.
Lo fundamental es cambiar el concepto de
aprender por el de aprender a aprender… En otras palabras, el nuevo aprendizaje
está orientada hacia el desarrollo de la capacidad educativa que permite transformar
la información en conocimiento y el conocimiento en acción”.
(En otra ocasión trátate
el tema de la importancia de aprender a aprender)
Nuevos métodos, nuevas tecnologías, nuevas
demandas.
La alusión a Internet como ejemplo de
creatividad y cooperación institucional llevado a cabo por Universidades
norteamericanas nos conduce directamente a la importancia creciente de las
Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones
(TIC) en todas las fases y ciclos de la
enseñanza superior. Empieza a ser un tópico manejado en todos los informes
pero, si la sociedad del conocimiento ha sido posible gracias a estas
tecnologías que alteran notablemente las formas de producción, de almacenamiento,
acceso y difusión de la información, parece claro que las, Universidades
tendrán que utilizarlas de forma sistemática en sus funciones de creación, transmisión
y almacenamiento de la información y en sus procesos de investigación y formación
de profesionales.
A pesar de ello, las Universidades se muestran
muy lentas en la adaptación de sus métodos, normas y formas organizacionales a
esta nueva realidad mientras que otras instituciones no universitarias se muestran
muy activas en segmentos de la educación donde las legislaciones nacionales les
permiten operar sin restricciones, un proyecto para explorar el impacto de las
TIC en la Universidad y publicó, posteriormente, un documento titulado
“Reestructurando la Universidad: el desafío de las nuevas tecnologías”. En
dicho documento se recogen, entre otras muchas las siguientes conclusiones:
falta de estrategias institucionales claras para suministrar un marco de
trabajo para el desarrollo y utilización de las nuevas tecnologías en la enseñanza;
fuerte resistencia tanto de los profesores como del personal de administración
para usar estas tecnologías; problemas para estimar los costes de estas actividades,
que son a menudo infra es timadas.
Los propios Rectores reconocen que se avanza
poco al tiempo que intuyen que es necesario dar pasos rápidos hacia delante.
No se trata tan solo de un uso meramente
instrumental de estas tecnologías en los procesos docentes, como cambiar la
pizarra y la tiza por el cañón de vídeo o el programa “power point”, o enviar
documentos en formato clásico vía Internet.
Se trata de cambiar las formas de organización
de la enseñanza, desde la matriculación y seguimiento de los estudiantes, la
preparación y presentación de materiales, la tutoría permanente, el concepto de
horario y de tareas, el coste de las enseñanzas, la valoración y acreditación
de las mismas, las condiciones para la obtención de un grado y otras muchas
más, no se trata solo de crear Universidades abiertas, o a distancia, o virtuales,
sino que todas las Universidades combinen procesos presenciales con procesos a distancia
usando las tecnologías de la información y de las comunicaciones con nuevos métodos
apropiados al uso de tan poderosa herramienta.
A todo lo anterior se une la necesidad de
atender una creciente demanda de formación superior de individuos y grupos que
no son las cohortes tradicionales de bachilleres de 18 años procedentes,
principalmente, del entorno geográfico próximo al campus universitario.
En efecto, en los últimos años no solo se ha
estancado el número de estudiantes que solicitan ingresar en la Universidad,
sino que está disminuyendo a un fuerte ritmo que continuará, por lo menos,
hasta que los hijos de la creciente población conciencien a cambiar actitudes
de contención de la demanda a realizar campañas de información para atraer estudiantes
a sus aulas.
Sin embargo, otros tipos de demanda están
creciendo, la más importante es la denominada formación continua, formación
posgraduada o formación durante toda la vida, la graduación en una Universidad
solo había que dejar correr a la experiencia en el puesto de trabajo.
Aprender con la experiencia sigue siendo obvio
pero, además, en todas las profesiones basadas en el conocimiento la necesidad
de la actualización es imperiosa.
Hay un gran mercado de la formación continua en
el que participan muchas empresas de sectores no educativos o empresas
educativas surgidas de empresas industriales o comerciales que realizan su
actividad y su negocio en este gran mercado.
Las Universidades también han entrado en este
mercado, en parte para obtener recursos financieros adicionales, pero me temo
que la mayor parte del mercado no está en las Universidades.
Ya señale anteriormente que la investigación y
el desarrollo no eran exclusivos de las Universidades.
Tampoco lo es, ni debe serlo, la formación
continua y ésta tiene una demanda creciente en la que las Universidades tienen
que competir con otras instituciones muchas veces más adaptadas a procesos
competitivos, con formas de organización adecuadas al tipo de demanda y con
estructuras más ágiles y flexibles que las que poseen las Universidades que no
acaban de integrar de forma eficaz este tipo de formación dentro de sus
estructuras organizativas tradicionales sin establecer por ello nuevas
estructuras.
Otro tipo de demanda, aún incipiente, pero que
puede aumentar en el futuro próximo sobre todo si se hace una oferta atractiva,
es la derivada del aumento de la población de jubilados que buscan una oferta
de tipo cultural para llenar tiempo de ocio, satisfacer anhelos no satisfechos
en su edad joven u otras causas.
Evidentemente, los métodos y los contenidos de
los estudios no pueden ser los mismos que los empleados para los bachilleres.
Y por último otro tipo de demanda lo constituye
el contingente de estudiantes tanto en los ciclos de pre graduación como en los
de graduación.
LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN LA
SOCIEDAD
La educación superior, es un factor de suma
importancia en la sociedad del conocimiento, es por ello mismo un sector con
implicaciones económicas y sociales en el desarrollo de una sociedad que se
rige por reglas de mercado, hasta tal punto que empieza a ser considerada como
sector a regular por la Organización Mundial del Comercio.
Esto no quiere decir que las Universidades
tengan que regirse por reglas de mercado pero tampoco puede aislarse y orientar
sus actuaciones fuera de las grandes tendencias sociales.
Es necesario que emprenda nuevo métodos basados
en el aprendizaje con la incorporación de las tecnologías de la información y
de las comunicaciones y que cambie sus esquemas, tradicionales de organización
de la enseñanza y de la investigación teniendo en cuenta las nuevas demandas y
las nuevas necesidades en un mundo globalizado y competitivo.
Calidad y rendición de cuentas
El
salvador con muy poca tradición en procedimientos de evaluación y acreditación
de las enseñanzas, la investigación y los resultados de los procesos, la única
calidad percibida era la resultante de la antigüedad o de la dimensión de la
institución universitaria.
Situación ésta muy distinta de la existente en
Norteamérica, donde instituciones externas a las Universidades, incluida la prensa
especializada, se ocupan de evaluar las actividades de las Universidades, acreditar
sus programas y grados y establecer, incluso, clasificaciones para informar a los
ciudadanos a la hora de tomar decisiones.
Las Universidades tienen, y deben tener, un alto
grado de autonomía de organización, de gobierno y de gestión. Son, en su
mayoría, instituciones públicas financiadas en más de tres cuartas partes por
presupuestos de las Administraciones.
Públicas, es decir, con los impuestos de los
ciudadanos.
El propio concepto de “servicio público de la
educación superior” lleva a que la contrapartida a la autonomía sea el correcto
ejercicio de su responsabilidad social, para que la Universidad pública pueda rendir
a la sociedad lo que ésta tiene derecho a exigirle: calidad docente e
investigadora, y utilización eficaz y eficiente de los recursos públicos
puestos a su disposición.
A su vez, los gobiernos democráticos tienen la
obligación de rendir cuentas a los, parlamentos de sus políticas y de la
utilización de sus presupuestos.
El interés que tienen los procesos de evaluación
y acreditación para la sociedad es claro y se debe centrar en un triple
aspecto: informar a la sociedad (familias, empresas e instituciones) para una
mejor toda de decisiones; orientar las políticas de asignación de recursos públicos
y estimular a las propias Universidades en sus procesos de permanente perfeccionamiento
y mejora.
Así pues, la medida del equilibro entre la
autonomía universitaria y su responsabilidad social a través de, entre otros
factores, la evaluación, la acreditación y la certificación de la calidad se
revela como una de las tendencias del nuevo milenio y cobra mayor importancia,
en el nuevo mercado de la educación superior, en el que las
Universidades tendrán que competir entre ellas y
con otras instituciones docentes e investigadoras.
Complejidad, multifuncionalidad y financiación
En el último cuarto de siglo se ha pasado de una
Universidad de élites a la
Universidad de masas.
El crecimiento de casi todos los parámetros de
los sistemas universitarios: número de estudiantes, número de centros, número
de graduados, etc..., ha sido espectacular, también la financiación pública ha
crecido pero en menor proporción que los otros crecimientos y, últimamente,
tiende a estancarse.
Ahora que
la demanda tradicional de enseñanza, la de los bachilleres, tiende a disminuir,
nuevas demanda educación superior surgen.
La sociedad pide a las Universidades que forme
profesionales válidos para el mercado laboral; que forme individuos creativos e
innovadores; que cree conocimientos a través de una investigación que sea a la
vez básica y orientada a las necesidades de la sociedad; que atienda nuevas
demandas de formación durante toda la vida; que se internacionalice y que sus
profesores y estudiantes se muevan entre universidades y empresas y cooperen
con otras instituciones sociales; que lo hagan todo con unos estándares altos
de calidad, rindiendo cuentas a la sociedad; y todo ello dentro de un mercado
cada vez más globalizado, más abierto y más competitivo donde la creación de conocimientos
y la formación ha dejado de ser exclusiva de las Universidades.
Es decir, a las funciones clásicas de las
Universidades se les añaden otras nuevas y se demandan nuevos métodos para
llevar a cabo las antiguas. En suma, las Universidades han de desarrollar sus
funciones en un panorama complejo y múltiple con esquemas de multifuncionalidad
difíciles de implementar por falta de una cultura organizacional adecuada a
estas múltiples tares que, a veces, parecen incluso contradictorias.
A las dificultades intrínsecas de esta
complejidad y de esta multifuncionalidad se suma la extrínseca de un
estancamiento en las formas tradicionales de financiación pública y de la
exigencia de que sean cada vez más importantes los recursos obtenidos del
sector privado, sea por un aumento de los precios públicos a los estudiantes,
por servicios de investigación al mundo empresarial o por otras prestaciones de
servicios, superior como servicio público y en todos los países se discuten los
problemas de equidad ligados a quién debe pagar el coste del servicio. Temas de
honda raíz política que seguirán dando que hablar en las próximas décadas.
Pero una tendencia parece evidente,
independiente del color más liberal o más social de los gobiernos de turno: la financiación
pública ha alcanzado, o está a punto de alcanzar, su techo y los esquemas clásicos
de financiación indiscriminada tienden a ser sustituidos por políticas de financiación
basadas en programas competitivos y en los resultados obtenidos.
Dicho de otro modo, la financiación pública
crecerá poco y será más exigente. En este panorama, que tiene aspectos
positivos y negativos, las Universidades tendrán que diseñar estrategias de
búsqueda y de gestión de recursos para la institución como un todo, combinando
políticas de incentivo para los departamentos y profesores más competentes, con
políticas de subsidio cruzado para la Universidad en su conjunto.
Las Universidades, dentro de la multiplicidad de
funciones que la caracterizan tendrán que examinar sus fortalezas y otear sus
oportunidades y ajustar sus actividades en función de ellas y de sus recursos.
No todos las Universidades podrán abordar con
éxito todas las funciones y se producirá inevitablemente una diferenciación
entre Universidades, circunstancia, finalmente.
Las nuevas formas de creación, almacenamiento y
transmisión de la información del conocimiento, y de formación de profesionales
en un mundo globalizado, más desregulado y más competitivo en un escenario de
nuevas formas de financiación plantea desafíos a las Universidades que deben
ser aprovechados haciendo un esfuerzo de imaginación para actuar proactivamente
ante la situación y no reactivamente como lo han hecho en ocasiones anteriores.
Como decía Albert Einstein: “en épocas de crisis
solo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
San Salvador 10 de septiembre de 2011
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