jueves, 15 de diciembre de 2011

SALVADOR SALAZAR ARRUÉ



VIGENCIA DEL LEGADO DE SALVADOR SALAZAR ARRUÉ EN LA ACTUALIDAD…

En momentos en que la patria esta  nuevamente en crisis con una clase política que nos quiere hacer pensar que la soluciones a los problemas sociales en el que se encuentra inmerso el país   por la exclusión social, es más violencia, resurge nuevamente el legado de Salvador Salazar Arrué hoy  como en el pasado como un llamado de atención a la cordura y unidad.
                                               Por: Lic. Mario Alexis Ayala P.

Salvador Salazar Arrué, también conocido por el seudónimo "Salarrué", es un escritor y pintor salvadoreño. Nació en Sonsonate el 22 de octubre de 1899 y murió en Los Planes de Renderos (San Salvador) el 27 de noviembre de1975. Estudió en la Corcoran School of Arts de Washington D.C. entre 1916 y 1919, fecha en que regresó a El Salvador.
En 1922 se casó con la pintora salvadoreña Zélie Lardé, con quien procreó tres hijas que también se dedicaron a las artes plásticas: Olga, Aída y Maya. A finales de los años veinte trabajó como jefe de redacción en el periódico Patria, del escritor y filósofo salvadoreño 
Alberto Masferrer. En ese periódico comenzó a publicar una de sus obras más queridas e importantes en El Salvador: Cuentos de cipotes, como "relleno" para las páginas en las que quedaban espacios en blanco; sólo se publicarían en forma de libro más de treinta años después, en 1961, a instancias del poeta, historiador y editor Italo López Vallecillos. Su casa, recuperada en 2003 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de El Salvador (CONCULTURA), actualmente alberga La Casa del Escritor, un proyecto de formación de escritores jóvenes.
Las obras publicadas de Salarrué son: El Cristo negro (novela, 1926), El señor de La Burbuja (novela, 1927),O'Yarkandal (cuento, 1929), Remontando el Uluán, Cuentos de barro (cuento, 1934), El libro desnudo(relato, 1936), Eso y más (cuento, 1940), Cuentos de cipotes (1943 en edición parcial, 1961 en edición completa), Trasmallo (cuento, 1954), La espada y otras narraciones (cuento, 1960), La sed de Sling Bader(novela, 1971), Catleya luna (novela, 1974) y Mundo nomasito (poesía, 1975). Las primeras ediciones deCuentos de cipotes fueron ilustradas por su esposa, Zélie Lardé, y las siguientes por su hija Maya. Algunas ediciones de Cuentos de barro tienen ilustraciones hechas ad hoc por el pintor salvadoreño José Mejía Vides.

MI RESPUESTA A LOS PATRIOTAS

Salarrué
 Publicado el 21 de enero de 1932

Mis amigos me han dicho «Tú que eres sereno, tú que ves las cosas con los ojos adormilados, tú que estás siempre en la tierra del ensueño, en ese mundo irreal a donde los golpes de la marea de aquí abajo no llegan, por lo mismo, por eso, tú debes dar tu opinión en estos momentos en que la patria se encuentra en la indecisión.
Apunta tu microscopio y dinos que ves y como lo ves, de algo ha de servirnos, hazlo por patriotismo, dígnate pisar con tus plantas la tierra firme, siquiera por una vez... ».Y se han echado a reír.
Conozco en su manera, que lo han dicho en parte como burla amistosa, con el cariño que infunden los locos pacíficos, en parte en serio y es por ello que yo me he quedado perplejo y me he sentido luego como incomprendido, tenido como un ser vago e inútil, de un mundo problemático. Y me he indignado en mi dignidad de hombre y he alzado mi grito de protesta como la voz en el desierto escribiendo esta respuesta a los patriotas sin nombre...

Yo no tengo patria, yo no sé qué es patria: ¿A qué llamáis patria vosotros los hombres entendidos por prácticos?
Sé que entendéis por patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones.
Vosotros los prácticos llamáis a eso patria. Yo el iluso no tengo patria, no tengo patria pero tengo terruño (de tierra, cosa palpable).
No tengo El Salvador (catorce secciones en un trozo de papel satinado); tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación (cosa vaga). Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de la Constitución, yo canto a la tierra y a la raza: La tierra que se esponja y fructifica, la raza de soñadores creadores que sin discutir labran el suelo, modelan la tinaja, tejen el perraje y abren el camino. Raza de artistas como yo, artista quiere decir hacedor, creador, modelador de formas (cosa práctica) y también comprendedor. La mayor parte de vosotros se dedica en su patriotismo a pelearse por si tienen o no derecho, por si es o no constitucional, por si será fulano o zutano, por si conviene un ismo u otro a la prosperidad de la nación. La prosperidad es para vosotros el tenerlo todo, menos la tierra en su sentido maternal.
Capitalistas embrutecidos, perezosos y bribones muestran sus caras abotagadas y crueles a no menos crueles comunistas pedigüeños, sórdidos y rapaces. Mientras estos dos bandos en todos sus grados de intensidad se gruñen unos a otros, nosotros los soñadores no pedimos nada porque todo lo tenemos. Ellos se arrebatan las cáscaras y nos dejan la pulpa: - El pan es mío, todo mío, dejadme vender el pan», gritan unos; “no» dicen otros: « tenemos hambre y el pan es nuestro, porque la tierra es nuestra»... Mientras nosotros los soñadores, sin que nadie se oponga, hacemos crecer la espiga embelleciendo el paisaje, gozamos la música del maizal que sonríe con la brisa, recogemos cantando la mazorca y dejamos el comerla a tarascadas a los puercos.
El cafetalero es un pedante que habla del mercado, de la baja, del alza, cuenta pisto agachado sobre las mesas, husmea costales y no ha estado nunca tirado al fondo de un cafetal, en el misterio de las noches de luna; no nota la belleza del grano sangriento cuando resbala entre los dedos de las cortadoras cantarinas, no conoce el aroma y la leyenda de la flor del cafeto.
El azucarero no ha oído nunca el susurro consolador de los cañaverales, ni ha visto meterse al chipuste en marejadas armoniosas. Todos ellos gritan alrededor de una sola cosa: el dinero. Unos quieren ganar el quinientos por ciento y otros quieren que se les suban sus salarios. El comunista usa un botón rojo y habla de degollar, llama justicia al buen pan y buen vino bien compartido, y no han sabido nunca del saber dar a quien todo lo tiene, que es quien nada tiene.
El indio del arado y de la cuma que hace el paisaje agrario bajo el sol crudo, está satisfecho de hacer vivir con sus manos toscas y renegridas, manos de Dios, a un pueblo entero que se entrega a una locura llamada política; que no sólo es infructuosa sino dañina. Este indio vive la tierra, es la tierra y no habla nunca de patriotismo.
Ni teme al extranjero que nada puede quitarle lo de él, a menos de
quitarle la existencia.

Yo que paso en la tierra del ensueño, según vosotros, yo estoy más en el corazón de la tierra, arraigado de verdad y con raíces abajo y queriendo florear por arriba. Si la tierra de Cuscatlán se alzara un día personificada llamando a sus hijos, a mí, de los primeros me reconocería y no a los políticos y a los istas de esta cosa llamada patria. El Salvador y demás zarandajas que simbolizan con banderas y escudos y que señalan con fronteras imaginarias.
No, no soy patriota ni quiero serlo; tengo mejor concepto de un guineo patriota que de un hombre patriota. A mí no me agarran ya con esas cosas respetables.
Ni siquiera trabajo en Patria, trabajo en Vivir, es decir, no en la patria sino en la vivienda, terruño o querencia, como diría Espino. Vivienda, sí, con sueño y todo, pero viviendo una vida real, la vida que se saborea como vino sagrado.
Yo no aro ni siembro ni cosecho la tierra: oficio ante el altar y doy las gracias en nombre de los soñadores cosechando un grano invisible que desgrano de la mazorca de la vida y de la espiga de la costumbre ¿qué cosa es vuestra patria que yo no la miro ?.. Me pedís que descienda a vuestra realidad y no sé dónde poner el pie; por todos lados encuentro arena movediza. Si yo os invito a que vengáis a mi terruño, tendréis amplio campo donde correr y sudar; podréis untaros las manos en barro fresco y llenaros el pecho de aire puro.
En esa vuestra patria yo sólo respiro odio, cobardía, incomprensión.

¡Que diera yo por traeros a esta mi tierra ¡...Ya los pocos que había conmigo se han marchado; me encuentro casi solo. Solo con el indio contemplativo y la mujer soñadora.
Ya no hay Miranda Ruano que escriba Las Voces del Terruño, libro que ya nadie lee; Ambrogi habla constantemente de Quiñónez; los Andino escriben «Política»; Bustamante es empleado de juzgado; Castellanos Rivas se hace Secretario Particular; Guerra Trigueros no oye más caer las estrellas en la fuente inmemorial; Julio Ávila se dedica al comercio; Llerena enmudece; Gómez Campos tiene tienda; Paco Bamboa se doctora; Salvador Cañas «prepara» a sus muchachos; Masferrer ya no canta; Gavidia discute sobre el radio; Chacón hace seguros de vida; Rochac habla de finanzas; Villacorta se queja de la tesorería; Vicente Rosales anda en corrillos; Miguel Ángel Espino es fuente seca; y en fin, me veo solo en la tierra de la realidad, apenas con un Mejía Vides que quiere ir al estero a pintar un tiempo (como Gauguin en Taihiti) y un Cáceres que sueña y llora en los rincones del «Atlacatl».
Sí, ¡qué diera por traeros a esta mi tierra! (Que no es hipotética, como la vuestra): cerros enmontañados, y llanos ondulantes en donde al salir el sol cantan los gallos, en dónde no hay artículo número tal, sino un árbol de grata sombra; en dónde no hay el inciso cuarto; sino el ojo de agua para la sed; en dónde la ley de tal cosa está representada por la lluvia, por la luna o por el viento.
Lírico, sí, es verdad; pero lírico sobre el polvo de la tierra y no prosaico e insípido sobre hediondos conceptos y rancias doctrinas.
Lírico bajo el cielo azul, y no sórdido bajo la loza del istmo.

Como me lo pedís, he pisado ya con mis plantas la tierra firme; pero la mía, no la vuestra, que no es firme ni es tierra sino humo (del feo).
Lo he hecho porque me habéis obligado, porque al fin habéis conseguido distraerme de mi “éxtasis azul impráctico” y hasta habéis logrado indignarme un segundo. Sabed de una vez por todas, que no tengo patria ni reconozco patria de nadie.
Mi campo es más amplio que esa tajadita de absurdo que queréis darme. Mucho más amplio.
Ni siquiera el mundo. Ni siquiera el cosmos...


Dedicada a los políticos de nuestro país
Vitamina P

En mi patria a veces pareciera que nunca anochece, pero descubro que realmente siempre ha estado oscuro.
Luego se dibuja en su naturaleza, cultura que desconocemos de ella el reclamo de que la hemos olvidado para usarla de acuerdo a nuestra mezquindad.
La patria es el recuerdo de la madre, la calidez que nos da su resplandeciente sol.
El disfrute de la multitud del carnaval, así como la quietud del domingo de resurrección, de igual la ansiedad de sonreír y saludar, la carcajada suelta de nuestra gente, esa misma que no sufre al levantarse y marchar a la vida diaria, dura vida: la madre salvadoreña que lucha sola al frente de su prole.
Mi sentimiento de patria juega, como los cipotes juegan a la pelota sobre el pavimento sin zapatos evadiendo los vehículos apresurados.
Son los niños que corren hasta el dolor de estómago y gritan hasta quedarse mudos, juguetean bajo la lluvia hasta regresar caretos a casa y luego pícaramente lloran para obtener el perdón de la abuela; esa viejecita que siempre habla hasta quedarse dormida en la silla de cuerdas plásticas.
La Patria no son las cachi porristas o improvisados futbolistas imaginándose ser estrellas mundiales.

No me gusta mi patria, pero la amo
Me odio a mí mismo, y los odio a todos cuando nos enfrentamos los unos contra los otros a causa de banalidades mentales; odio los inviernos largos que dejan a su paso más pobreza y menos sonrisas en los rostros de los niños que sin pensar nacen a borbollones en esta patria que muy poco podrá ofrecerles.
Yo no soy patriota,
Yo soy salvadoreño,
El que se emborracha porque esta triste, porque esta alegre, porque no se puede ir, y, por que se fue.
El auténtico, no el patriota.
Mi sentimiento de patria descansa en los indígenas que al jugar con la tierra crearon maravillas para la humanidad: un comal negro o bien Tazumal, esa misma raza que llego después mestizada, cristianizada, civilizada a la fuerza a las ciudades a cuidar niños y, lavar ropa ajena, los que no saben leer y escribir, pero cantan el himno nacional.
Son esos silenciosos y temerosos salvadoreños que allá, al norte del continente les llaman cafecitos,esos mismo que murieron o nunca volvieron de su intento de vivir mejor.
Mi sentimiento de patria tiene una juventud que escribe y pinta por los muros de la ciudad la violencia, el amor y el odio de la pandilla que se devora a sí misma y a nosotros con ella.
En esta patria se sufre, ríe, mueres y revives cotidianamente, cuando vas quedando en medio de los que envejecen y crecen y luego estas solo, tan solo que te golpea el reflejo del sol inclemente que cae sobre el concreto de la acera por donde caminas y no te importan.
Es cuando en las mañanas deseas cruzar el espejo, para terminar de una vez por todas con todo, cuando has llegado al punto de entender que tu madre tierra a muerto y tu padre te ha abandonado y eres por consecuencia el más subdesarrollado de sus hermanos.
Necesitas entonces volver a comenzar, buscar en tus raíces, en la antigüedad, ese honor que está olvidado, en la infancia: la que nunca debimos perder, la oportunidad de creer otra vez.
Y allí, quizá solo y frente a tantos y tantas que no entienden tu idioma puedas hacer una patria nueva donde la mayoría deje de estar muerta antes del apocalipsis.
En El Salvador, mi patria, esto es cosa de todos los días, una y otra vez.
En mi patria a pesar de todo esto amanece, amanece con un sol radiante en espera de hacer el nombre de Dios pronto.
 A pesar de la falta de vitamina P, en mi patria amanece.

*Nota: Salarrue escribió en el periódico Patria un artículo titulado la vitamina  “P” Relacionado con su independencia de la política partidaria; he realizado un cambio a la acepción de la P, de política por patria.  

San Salvador 15 de diciembre de 2011

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