Desarrollo de las
cualidades volitivas durante las clases de educación física de base
Por. / Prof. /Lic. Mario Alexis Ayala.
Especial Para profesores de educación física y profesionales de la cultura física
Este
es sin duda un tema muy poco tratado por los profesionales de la cultura física
y en especial por los profesores de educación
física por lo que dedicare a tratarle de
manera extensa en más de un artículo, debido a que constituye la base de la personalidad
del sujeto social que como profesores y profesionales de la cultura física buscamos
formar con nuestra social
En pocas palabras podemos decir que la cualidades volitivas persona es una expresión o manifestación de la regulación
inductora, constituye una manifestación de la esfera afectiva de la persona y, en particular, de su esfera motivacional.
Es decir que las cualidades volitivas de la personas
forman un conjunto de deseos organizado
de determinada manera, que se manifiestan en la conducta, y en la interrelación con el entorno de manera
predominantemente involuntaria
Estas se manifiestan
de manera espontanea en forma de estímulos de acción inmediata, a los motivos o
incentivos de la conducta conscientes, de quien los manifiesta valorados desde el punto de vista de las
normas e intereses sociales.
La actividad volitiva, la
voluntad, no es algo extraño y ajeno a los restantes fenómenos de la psiquis
humana; no es ninguna esencia interior contrapuesta a la realidad, ya que la
voluntad es un nivel de desarrollo de la propia esfera motivacional del ser humano,
que en el proceso de interacción con la realidad, regula su actividad.
Podemos
decir que las cualidades volitivas es una forma especial, superior y
desarrollada de la actividad voluntaria de la personalidad caracterizada por la realización de esfuerzos
para vencer obstáculos, tanto externos como internos, avalados por la reflexión
y toma de decisión del sujeto. Estas se
manifiestan expresan cuando el sujeto
realiza distintas actividades al alcanzar el nivel volitivo.
Entre
las cualidades volitivas de la personalidad en la primera infancia se destacan: la
independencia, la decisión, la perseverancia y el autodominio.
La independencia consiste en que el sujeto puede
determinar su actuación a partir de sus propias motivaciones y conocimientos,
es capaz de regular su conducta por sí mismo, tomando en consideración las
circunstancias en que tiene que actuar y las influencias externas que inciden
sobre él, pero sin dejarse llevar por ellas.
1.
La decisión se caracteriza porque el sujeto se
muestra seguro de sí y de lo que hace, tiene iniciativa y no padece de dudas o
vacilaciones injustificadas o innecesarias. El individuo decidido es aquel que
toma sus decisiones y se propone cumplirlas con firmeza, trazándose con
claridad las formas de su actuación.
2.
La perseverancia significa que el sujeto mantiene con
la misma intensidad su actuación, que no se deja amilanar fácilmente por los
obstáculos externos e internos que se le pueden presentar en el transcurso de
su actividad, por lo que es una persona resistente a los embates de las
frustraciones y las privaciones.
3.
El autodominio consiste en el control que el sujeto
posee sobre sí. Esta cualidad se evidencia en el poder de la persona para el
dominio y la afrontación donde, gracias a un esfuerzo volitivo, distintas
manifestaciones de su personalidad podrían afectar su actuación, como, por
ejemplo, motivos contrarios a los que orientan su actividad volitiva,
planteamiento de objetivos incompatibles con el que se propone alcanzar,
vivencias afectivas que podrían desorganizar su actuación, etc.
La formación y consecución de esta actividad volitiva
de la personalidad no está dada por la vía genética ni está presente al nacer,
sino que constituye un largo proceso que se inicia en las etapas tempranas de
la vida.
La primera infancia es la edad de la aparición de la
voluntad, la edad de la constante regulación de la conducta, de las acciones
externas e internas.
En el transcurso de esta etapa, en el niño y la niña
surge la posibilidad de subordinar sus acciones a las necesidades del
cumplimiento de determinada tarea, de lograr un objetivo trazado, superando las
dificultades que surjan; esto sucede cuando logran dominar la habilidad de
controlar sus posturas, o de sentarse tranquilos durante las actividades
pedagógicas, tal y como lo exige el docente.
En estas edades, comienzan a
dirigir su percepción, su memoria, su pensamiento, que en un inicio son
totalmente involuntarios. Más adelante, dominan la percepción voluntaria y
comienzan a resolver exitosamente tareas semejantes, analizando
sistemáticamente los objetos y las imágenes, dirigiendo sus movimientos
mediante la vista.
El control de los procesos de
retención mental y recordación se hace posible alrededor de los 4 años
aproximadamente, cuando ellos empiezan a plantearse un objetivo determinado,
cuando retienen en la mente la encomienda planteada por el adulto, algunos
versos que le hayan gustado, etc.
El control de la actividad
muscular se manifiesta en los educandos de la primera infancia mediana y mayor
cuando al tratar, por ejemplo, de resolver un rompecabezas, prueban distintas
variantes para unir las partes y formar el todo, pasando sucesivamente de una variante
a la otra.
El control consciente de la
conducta apenas comienza a formarse en esta etapa, y las acciones volitivas
coexisten con acciones impremeditadas, impulsivas, que surgen como resultado de
deseos y sentimientos circunstanciales.
En el transcurso de la infancia
temprana, varían tanto las acciones volitivas propiamente dichas, como el
carácter de la importancia que estas van cobrando dentro del cuadro general de
la conducta.
El desarrollo de su voluntad está íntimamente ligado
con la variación de los motivos de conducta que se suceden, con la formación de
la subordinación de los motivos
En el desarrollo de las actividades volitivas en la
primera infancia se pueden destacar tres aspectos mutuamente relacionados:
1) el
desarrollo de la fijación del objetivo de las acciones; el establecimiento de
la relación existente entre el objetivo de las acciones y lo que las motiva; y,
finalmente, el papel regulador del habla en la realización de las acciones.
2)
La relación de las acciones de objetivo fijo se
presenta incluso desde el período de la lactancia. Cuando un bebé gatea hacia
un juguete que le ha llamado la atención, el juguete actúa en calidad de
objetivo hacia el cual está dirigida la acción, es la finalidad que pretende
lograr. Sin embargo, semejante fijación del objetivo aún no determina que la
acción sea volitiva. El objeto todavía actúa como si «atrajese» al bebe hacia
sí, como si le provocara el deseo de actuar, mientras que, en la acción
volitiva, es característico que la finalidad se plantee en forma autónoma, o
que se acepte un objetivo planteado por otra persona (adulta o no).
3) La
fijación del objetivo a partir de las condiciones internas (y no de las
externas, provocadas por el objeto) se comienza a formar en la edad temprana.
No obstante, ello se manifiesta mayormente como un simple planteamiento del
objetivo, sin pretender llegar al resultado final o llevar una tarea comenzada
hasta su consumación: con demasiada frecuencia, las circunstancias externas
distraen a los pequeños y los hacen incumplir el objetivo trazado, o variar su
idea inicial.
Sin embargo, a los niños del período medio de la
primera infancia les desalientan las dificultades y los fracasos en el cumplimiento
de la actividad; si esta les estuviera saliendo bien, entonces tratarían de
llevarla hasta su fin.
En el transcurso de la primera infancia, los niños van
dominando de manera gradual la habilidad de subordinar sus acciones a motivos
mucho más alejados del objetivo de la acción, en particular, a los motivos de
carácter social, como puede ser el confeccionar regalitos para los más
pequeños, para la mamá, etc. No obstante, si la actividad fuese relativamente
compleja y prolongada, los educandos del grupo mediano, e incluso del mayor,
recuerdan el motivo y subordinan a él las acciones solo ante la presencia del
adulto que les planteó la tarea.
Si el adulto en
cuestión saliera de la sala, ellos comenzarían a realizar con el material dado
acciones no correspondientes a la tarea, o dejarían de realizar las acciones en
general.
infancia, lo cual se basa en la aparición de la
subordinación de los motivos que tiene lugar: la decisión que deben tomar
comienza a estar determinada no por el motivo más poderoso en un momento dado,
sino por el más importante. Esto implica el desarrollo del autodominio –la
capacidad de contener los deseos y sentimientos circunstanciales y sus manifestaciones–,
y consolida la voluntad del niño y la niña.
El cumplimiento de las acciones volitivas se basa en
su planificación y regulación verbal.
Es precisamente en forma verbal que los pequeños se
plantean a sí mismos lo que desean hacer, analizan consigo mismos las posibles
resoluciones que tomar durante la lucha de motivos; se recuerdan a sí mismos
con qué fin realizan la acción, y se ordenan llegar a la consumación del
objetivo trazado.
El lenguaje no adquiere dentro de la conducta infantil
esta significación reguladora inmediatamente.
La facultad de dirigir y regular de manera verbal las
acciones, de aplicarse a sí mismos aquellas formas de regulación de la conducta
que con anterioridad les aplicaban los adultos, se da de manera gradual.
Al principio del período medio de
la infancia, aunque el niño y la niña ya comprenden bien el lenguaje y lo
utilizan ampliamente en su comunicación o con los que los rodean, ellos aún no
pueden cumplir las acciones complejas mediante instrucciones verbales.
Para los niños del período medio de
la infancia temprana, las indicaciones verbales de los adultos adquieren una
significación más estable.
Tan pronto como reciben y comprenden las
instrucciones, ellos realizan de forma inmediata la acción de manera correcta
–por ejemplo, oprimen y dejan de oprimir el botón cuando así corresponde
hacerlo–, sin necesitar que se les haga en cada caso indicación alguna.
En esta etapa, comienzan a
utilizar el lenguaje propio para planear y dirigir sus acciones: En este caso,
al dirigir las acciones propias, regularmente hablan en alta voz.
No obstante, la
regulación verbal de las acciones propias es todavía muy imperfecta en ellos.
En una medida considerable, esto se basa en las
dificultades que experimentan cuando deben recordar por sí solos el motivo y el
objetivo de la acción, aquella significación que tenían los medios externos que
les recordaban lo que hacían y para qué lo hacían.
Los infantes mayores ya son
capaces de cumplir instrucciones verbales relativamente complicadas que los
adultos les imparten.
Ellos planean
sus acciones mediante el uso de la palabra, pueden ya sustraerlas del lenguaje
oral, en la mayoría de los casos, y confeccionar el plan que deben seguir, así
como del lenguaje interno, hablando para sí mismos.
No obstante, ante situaciones
difíciles en que se necesite, por ejemplo, tener que contener fuertes deseos,
con frecuencia, acuden a las verbalizaciones orales.
De este modo, la función
reguladora inductora de la personalidad se convierte en el componente más
importante del desarrollo de la personalidad, pues es el que dirige el
comportamiento a partir de los datos de la realidad que le proporciona la
regulación ejecutora, expresada en los procesos psíquicos cognoscitivos.
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