jueves, 17 de septiembre de 2015

Desarrollo de las cualidades volitivas durante las clases de educación física de base

Desarrollo de las cualidades volitivas durante las clases de educación física de base


Por. / Prof. /Lic. Mario Alexis  Ayala.



Especial Para profesores de educación física y profesionales de la cultura física


En las imágenes que aparecen en este articulo les muestro de manera practica, lo que les manifiesto de forma teórica   

                                


























Este es sin duda un tema muy poco tratado por los profesionales de la cultura física y en especial por  los profesores de educación física  por lo que dedicare a tratarle de manera extensa en más de un artículo, debido  a que constituye la base de la personalidad del sujeto social que como profesores y profesionales de la cultura física buscamos formar con nuestra social  

En pocas palabras podemos decir que la cualidades  volitivas persona es  una expresión o manifestación de la regulación inductora, constituye una manifestación de la esfera afectiva de la persona  y, en particular, de su esfera motivacional.
Es decir que las cualidades volitivas de la personas forman un conjunto  de deseos organizado de determinada manera, que se manifiestan en la conducta,  y en la interrelación con el entorno de manera predominantemente involuntaria   
 Estas se manifiestan de manera espontanea  en forma de  estímulos de acción inmediata, a los motivos o incentivos de la conducta conscientes, de quien los manifiesta  valorados desde el punto de vista de las normas e intereses sociales.
La actividad volitiva, la voluntad, no es algo extraño y ajeno a los restantes fenómenos de la psiquis humana; no es ninguna esencia interior contrapuesta a la realidad, ya que la voluntad es un nivel de desarrollo de la propia esfera motivacional del ser humano, que en el proceso de interacción con la realidad, regula su actividad.

Podemos decir que las  cualidades  volitivas  es  una forma especial, superior y desarrollada de la actividad voluntaria de la personalidad  caracterizada por la realización de esfuerzos para vencer obstáculos, tanto externos como internos, avalados por la reflexión y toma de decisión del sujeto.  Estas se manifiestan  expresan cuando el sujeto realiza distintas actividades al alcanzar el nivel volitivo.


Entre las cualidades volitivas de la personalidad  en la primera infancia se destacan: la independencia, la decisión, la perseverancia y el autodominio.

La independencia consiste en que el sujeto puede determinar su actuación a partir de sus propias motivaciones y conocimientos, es capaz de regular su conducta por sí mismo, tomando en consideración las circunstancias en que tiene que actuar y las influencias externas que inciden sobre él, pero sin dejarse llevar por ellas.

1.    La decisión se caracteriza porque el sujeto se muestra seguro de sí y de lo que hace, tiene iniciativa y no padece de dudas o vacilaciones injustificadas o innecesarias. El individuo decidido es aquel que toma sus decisiones y se propone cumplirlas con firmeza, trazándose con claridad las formas de su actuación.

2.    La perseverancia significa que el sujeto mantiene con la misma intensidad su actuación, que no se deja amilanar fácilmente por los obstáculos externos e internos que se le pueden presentar en el transcurso de su actividad, por lo que es una persona resistente a los embates de las frustraciones y las privaciones.

3.    El autodominio consiste en el control que el sujeto posee sobre sí. Esta cualidad se evidencia en el poder de la persona para el dominio y la afrontación donde, gracias a un esfuerzo volitivo, distintas manifestaciones de su personalidad podrían afectar su actuación, como, por ejemplo, motivos contrarios a los que orientan su actividad volitiva, planteamiento de objetivos incompatibles con el que se propone alcanzar, vivencias afectivas que podrían desorganizar su actuación, etc.

La formación y consecución de esta actividad volitiva de la personalidad no está dada por la vía genética ni está presente al nacer, sino que constituye un largo proceso que se inicia en las etapas tempranas de la vida.

La primera infancia es la edad de la aparición de la voluntad, la edad de la constante regulación de la conducta, de las acciones externas e internas.
En el transcurso de esta etapa, en el niño y la niña surge la posibilidad de subordinar sus acciones a las necesidades del cumplimiento de determinada tarea, de lograr un objetivo trazado, superando las dificultades que surjan; esto sucede cuando logran dominar la habilidad de controlar sus posturas, o de sentarse tranquilos durante las actividades pedagógicas, tal y como lo exige el docente.

En estas edades, comienzan a dirigir su percepción, su memoria, su pensamiento, que en un inicio son totalmente involuntarios. Más adelante, dominan la percepción voluntaria y comienzan a resolver exitosamente tareas semejantes, analizando sistemáticamente los objetos y las imágenes, dirigiendo sus movimientos mediante la vista.
El control de los procesos de retención mental y recordación se hace posible alrededor de los 4 años aproximadamente, cuando ellos empiezan a plantearse un objetivo determinado, cuando retienen en la mente la encomienda planteada por el adulto, algunos versos que le hayan gustado, etc.

El control de la actividad muscular se manifiesta en los educandos de la primera infancia mediana y mayor cuando al tratar, por ejemplo, de resolver un rompecabezas, prueban distintas variantes para unir las partes y formar el todo, pasando sucesivamente de una variante a la otra.
El control consciente de la conducta apenas comienza a formarse en esta etapa, y las acciones volitivas coexisten con acciones impremeditadas, impulsivas, que surgen como resultado de deseos y sentimientos circunstanciales.
En el transcurso de la infancia temprana, varían tanto las acciones volitivas propiamente dichas, como el carácter de la importancia que estas van cobrando dentro del cuadro general de la conducta.

El desarrollo de su voluntad está íntimamente ligado con la variación de los motivos de conducta que se suceden, con la formación de la subordinación de los motivos


En el desarrollo de las actividades volitivas en la primera infancia se pueden destacar tres aspectos mutuamente relacionados:

1)  el desarrollo de la fijación del objetivo de las acciones; el establecimiento de la relación existente entre el objetivo de las acciones y lo que las motiva; y, finalmente, el papel regulador del habla en la realización de las acciones.

2)  La relación de las acciones de objetivo fijo se presenta incluso desde el período de la lactancia. Cuando un bebé gatea hacia un juguete que le ha llamado la atención, el juguete actúa en calidad de objetivo hacia el cual está dirigida la acción, es la finalidad que pretende lograr. Sin embargo, semejante fijación del objetivo aún no determina que la acción sea volitiva. El objeto todavía actúa como si «atrajese» al bebe hacia sí, como si le provocara el deseo de actuar, mientras que, en la acción volitiva, es característico que la finalidad se plantee en forma autónoma, o que se acepte un objetivo planteado por otra persona (adulta o no).

3)  La fijación del objetivo a partir de las condiciones internas (y no de las externas, provocadas por el objeto) se comienza a formar en la edad temprana. No obstante, ello se manifiesta mayormente como un simple planteamiento del objetivo, sin pretender llegar al resultado final o llevar una tarea comenzada hasta su consumación: con demasiada frecuencia, las circunstancias externas distraen a los pequeños y los hacen incumplir el objetivo trazado, o variar su idea inicial.

Sin embargo, a los niños del período medio de la primera infancia les desalientan las dificultades y los fracasos en el cumplimiento de la actividad; si esta les estuviera saliendo bien, entonces tratarían de llevarla hasta su fin.

En el transcurso de la primera infancia, los niños van dominando de manera gradual la habilidad de subordinar sus acciones a motivos mucho más alejados del objetivo de la acción, en particular, a los motivos de carácter social, como puede ser el confeccionar regalitos para los más pequeños, para la mamá, etc. No obstante, si la actividad fuese relativamente compleja y prolongada, los educandos del grupo mediano, e incluso del mayor, recuerdan el motivo y subordinan a él las acciones solo ante la presencia del adulto que les planteó la tarea.
 Si el adulto en cuestión saliera de la sala, ellos comenzarían a realizar con el material dado acciones no correspondientes a la tarea, o dejarían de realizar las acciones en general.

infancia, lo cual se basa en la aparición de la subordinación de los motivos que tiene lugar: la decisión que deben tomar comienza a estar determinada no por el motivo más poderoso en un momento dado, sino por el más importante. Esto implica el desarrollo del autodominio –la capacidad de contener los deseos y sentimientos circunstanciales y sus manifestaciones–, y consolida la voluntad del niño y la niña.

El cumplimiento de las acciones volitivas se basa en su planificación y regulación verbal.
Es precisamente en forma verbal que los pequeños se plantean a sí mismos lo que desean hacer, analizan consigo mismos las posibles resoluciones que tomar durante la lucha de motivos; se recuerdan a sí mismos con qué fin realizan la acción, y se ordenan llegar a la consumación del objetivo trazado.
El lenguaje no adquiere dentro de la conducta infantil esta significación reguladora inmediatamente.

La facultad de dirigir y regular de manera verbal las acciones, de aplicarse a sí mismos aquellas formas de regulación de la conducta que con anterioridad les aplicaban los adultos, se da de manera gradual.

Al principio del período medio de la infancia, aunque el niño y la niña ya comprenden bien el lenguaje y lo utilizan ampliamente en su comunicación o con los que los rodean, ellos aún no pueden cumplir las acciones complejas mediante instrucciones verbales.


Lo que expresan con palabras acciones  objetivo de la acción –dibujar una persona, construir una casa, jugar a los médicos–, pero nunca determinarán verbalmente cómo se va a realizar la acción planteada.
Para los niños del período medio de la infancia temprana, las indicaciones verbales de los adultos adquieren una significación más estable.

Tan pronto como reciben y comprenden las instrucciones, ellos realizan de forma inmediata la acción de manera correcta –por ejemplo, oprimen y dejan de oprimir el botón cuando así corresponde hacerlo–, sin necesitar que se les haga en cada caso indicación alguna.

En esta etapa, comienzan a utilizar el lenguaje propio para planear y dirigir sus acciones: En este caso, al dirigir las acciones propias, regularmente hablan en alta voz.
 No obstante, la regulación verbal de las acciones propias es todavía muy imperfecta en ellos.

En una medida considerable, esto se basa en las dificultades que experimentan cuando deben recordar por sí solos el motivo y el objetivo de la acción, aquella significación que tenían los medios externos que les recordaban lo que hacían y para qué lo hacían.

Los infantes mayores ya son capaces de cumplir instrucciones verbales relativamente complicadas que los adultos les imparten.
 Ellos planean sus acciones mediante el uso de la palabra, pueden ya sustraerlas del lenguaje oral, en la mayoría de los casos, y confeccionar el plan que deben seguir, así como del lenguaje interno, hablando para sí mismos.
No obstante, ante situaciones difíciles en que se necesite, por ejemplo, tener que contener fuertes deseos, con frecuencia, acuden a las verbalizaciones orales.
De este modo, la función reguladora inductora de la personalidad se convierte en el componente más importante del desarrollo de la personalidad, pues es el que dirige el comportamiento a partir de los datos de la realidad que le proporciona la regulación ejecutora, expresada en los procesos psíquicos cognoscitivos.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario