PEDAGOGÍA
DEL AMOR
Por: Lic. Mario
Alexis Ayala P
Con tristeza e
indignación he podido ver el mal trato que los seudo entrenadores cubanos les
dan a nuestros niños (yo mismo he sido víctima de ese mal trato, y lo he tolerado confiado
que es bueno, y necesario para formar el carácter de un buen deportista ) pero
los conocimientos y la experiencia me
han enseñado que ningún ser humano cuanto mas un niño debe ser tratado de esa
manera es por esta razón que he decidido escribir a manera de protesta ante el
mal trato de los disque entrenadores cubanos a nuestros niños (especialmente los que trabajan en la federación
de atletismo ).
Sobre la Pedagogía
del Amor a todos los educadores salvadoreños
(más no los cubanos pues ellos piensan que
su sistema es perfecto, debido muy posiblemente a que tienen campeones mundiales, más sin embargo se
les han olvidado lo realmente importante
del respeto y del amor al prójimo.
Y recae en
nosotros los educadores salvadoreños sacar adelante a esta generación para forjar
el camino de las futuras generaciones que
tienen en sus manos el presente y el futuro de nuestro país, Que estoy convencido
y pongo mi reputación a prueba al
afirmar que solo con el amor saldremos adelante ante como sociedad.
-
LA INFANCIA TIENE SUS PROPIAS MANERAS
DE VER, PENSAR Y SENTIR NO HAY NADA MAS
INSENSATO QUE PRETENDER SUSTITUIRLAS POR LAS NUESTRAS.
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"NOSOTROS LOS EDUCADORES HEMOS DE
SER EL CAMBIO QUE DESEAMOS VER EN EL MUNDO DE HOY ",
Para comenzar les doy varias
respuestas sobre que es la pedagogía para que formen su propio concepto y así
comprendan que es la pedagogía del amor
-
La pedagogía es la disciplina que
organiza el proceso educativo de toda persona, en los aspectos psicológico,
físico e intelectual tomando en cuenta los aspectos culturales de la sociedad
en general.
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Pedagogía es la habilidad de transmitir experiencias, conocimientos,
valores, con los recursos que tenemos a nuestro alcance, como son: experiencia,
materiales, la misma naturaleza, los laboratorios, los avances tecnológicos, la
escuela, el arte, el lenguaje hablado, escrito y corporal.
-
La pedagogía es la habilidad de educar
y enseñar a los niños.
-
La pedagogía es la disciplina que se
encarga de regular el proceso educativo al igual que resolver los problemas que
se suscitan debido a la aparición de la educación.
Desde que los Sofistas, en el siglo V
a. C., institucionalizaron la enseñanza y fundaron la pedagogía,
muchas y muy diversas teorías pedagógicas se han sucedido en el transcurso de
la historia.
Desde diferentes concepciones de la
educación y fundándose en principios filosóficos y antropológicos heterogéneos
cada una de ellas ha pretendido diseñar las técnicas y los métodos didácticos
más adecuados para desarrollar el proceso educativo de la manera más apropiada
y eficaz.
Pero
no pretendo ahora exponer y analizar, a modo de compendio histórico, doctrinas
tan dispares.
Mi propósito es centrar mi reflexión en
torno a algo que transciende y, a la vez, envuelve a todas las teorías
pedagógicas por muy diversas que sean.
Se conoce con el nombre de la “pedagogía
del amor”. No se trata de una doctrina nueva.
No es ninguna nueva teoría propiamente dicha (De echo varios
personajes a través de la historia sin proponérselo y tal vez en un
sentido empírico la han utilizado de una otra forma). De hecho al estudiar a
san juan Bosco me parece que el debió de conocerla
Es, más bien, un estilo educativo, un
talante, una actitud que todo educador debe encarnar.
Su validez es pues extensible tanto a
los padres como a los profesores.
El eje fundamental
que vertebra la pedagogía del amor es, obviamente, el amor, porque
él constituye uno de los pilares básicos en los que ha de
sustentarse la educación, ya que el amor genera un movimiento empático que
provoca en el educador la actitud adecuada para comprender los sentimientos del
educando y, en cierto modo, prever su comportamiento. (Muchas veces
los adultos no nos damos cuenta pero nuestros niños sufren de una manera
sorprendente debido a que suelen ser demasiados respectivos a lo que sucede en
su entorno) Es necesario, pues, reflexionar sobre el amor y analizar sus
implicaciones, exigencias o manifestaciones en el proceso educativo, a fin de
perfilar algunos de los rasgos más sobresalientes que configuran la pedagogía
del amor, sin la pretensión de agotar el tema y como una mera invitación a la
reflexión.
La pedagogía del amor
exige reconocer y aceptar al educando tal cual es y no como nos gustaría que
fuera, porque sólo conociendo y aceptando sus valores y sus defectos, sus
aptitudes y sus carencias propenderemos a potenciar y desarrollar
los primeros y a corregir y a enderezar los segundos. Es demasiado frecuente la
tendencia de los padres a establecer comparaciones entre los hermanos y de los
profesores entre los alumnos. Pero es un error, porque las comparaciones son
siempre odiosas y no benefician ni al que es elogiado, porque fomentan en él
sentimientos de superioridad y orgullo, ni al que es censurado,
porque disminuyen su autoestima. Cada uno es como es y en toda
persona hay siempre un acervo de cualidades valiosas. Si le aceptamos, le
enseñamos a aceptarse a sí mismo y le demostramos que no le queremos por sus
éxitos, sino por él mismo. La aceptación constituye, pues, el punto de partida
del proceso educativo.
Pero no es
suficiente. La pedagogía del amor exige al educador que reconozca cada uno de
los logros del educando y lo felicite por ello, porque su personalidad es
inmadura y necesita continuamente del estímulo, del aliento y de la motivación
para seguir adelante.
De ahí que las burlas y
ridiculizaciones y, más aún, las descalificaciones, aunque sean en tono de
broma, incrementen su inseguridad, le produzcan malestar y disminuyan su
autoestima.
La pedagogía del amor requiere atención
y disponibilidad temporal para escuchar y ayudar al educando a resolver sus
problemas y dificultades, por nimios que puedan parecernos, ya que
para él son muy importantes.
Diversos factores de la sociedad actual
inciden negativamente en la convivencia y reducen las relaciones en la familia.
El adolescente pasa las horas junto al
televisor y se refugia en su fantasía diurna o en su pandilla para buscar ayuda
a sus problemas.
La pedagogía del amor
busca la verdad y la autenticidad y, por ello, sus respuestas son
siempre sinceras.
Rehúsa la mentira y, bajo ningún
pretexto, pide al educando que mienta, porque la mentira enturbia
las relaciones y conduce a una pérdida de credibilidad en el educador.
Por eso no tiene
inconveniente en reconocer sus errores y admitir sus equivocaciones.
De este modo, conseguimos que el
educando nos valore mejor y se forme una opinión más favorable de nosotros y,
al mismo tiempo, le enseñamos a reconocer y admitir sus propias equivocaciones.
La pedagogía del amor
es serena a la hora de tomar decisiones o de establecer compromisos, pero no
vacila a la hora de cumplirlos.
El continuo cambio de opinión, la falta
de una línea coherente, el decir y no hacer, engendra en el educando
inseguridad.
Es necesario meditar y tomar las
decisiones con serenidad y ejecutarlas con firmeza.
La pedagogía del amor
conoce la psicología del desarrollo y sabe que la adolescencia es la etapa que
mayores dificultades entraña en la evolución de la vida del hombre, porque en
ella se producen importantes y profundos cambios biológicos, psicológicos y
sociales, que pueden originar continuos conflictos y desajustes en la
personalidad del educando y que requieren la mirada atenta y serena del
educador para comprender la nueva situación, evitar posibles desviaciones, de
consecuencias nefastas, y encauzar debidamente la acción educativa hacia su
finalidad específica.
La pedagogía del amor
es consciente de que la educación tiene como objetivo fundamental el desarrollo
integral de la personalidad del educando y, por ello, no reviste un carácter
reduccionista, limitándose a ser una mueva transmisora de conocimientos, sino
que, además de esa dimensión informativa e instructiva, procura atender a la
dimensión formativa, facilitando al educando la interiorización de los valores
necesarios para afrontar la vida conforme a su dignidad de persona.
Distinguía Garcia Morente, filósofo
contemporáneo nacido en nuestra provincia, entre cultura colectiva y cultura
personal.
La primera - objetiva, común
y mostrenca – es el conjunto de saberes con que el hombre se encuentra al
nacer, unos saberes que están ahí al alcance de todos y que son comunes a los hombres
de una misma generación.
La segunda, en cambio, -
subjetiva, singular y original – es la apropiación que cada uno hace de esos
saberes comunes. Sin duda, es la cultura personal la auténticamente valiosa, la
que determina el desarrollo de cada persona, la que permite que cada uno
adquiera, como subraya López Aranguren, ese carácter moral, ese talante, esa
personalidad que le configura y le define como tal.
La pedagogía del amor
asume el sentido de la responsabilidad inherente al educador y siente necesidad
de establecer mecanismos de colaboración entre padres y profesores para que la
acción educadora, siempre árdua y difícil, alcance sus objetivos y proporcione
al educando los medios necesarios para su desarrollo y maduración, procurando
aunar esfuerzos y compartir tareas en una línea de coherencia y diálogo
permanente que impida la percepción de imágenes distorsionadas o
contradictorias de la educación, siempre nefastas porque producen desconcierto
e inseguridad en la ya insegura personalidad de los jóvenes.
Si los padres y profesores, máximos
responsables del proceso educativo, no impulsan una acción conjunta, cada uno
desde su ámbito, o adoptan una actitud inhibidora - a veces, aunque
no se inhiban - o hacen dejación de sus funciones, otros
agentes menos adecuados – tal vez, des educativos – los reemplazarán
y vendrán a ejercer su poderosa influencia.
La pedagogía del amor
reconoce la suma importancia de la educación en valores para el crecimiento
armónico de la personalidad del educando y su incorporación a la vida social y
colectiva.
Es cierto que en una sociedad plural,
como la nuestra, los códigos axiológicos no son siempre coincidentes.
Pero es falso afirmar que hay una
crisis de valores o que la juventud carece de ellos.
En todo caso, la crisis
estaría referida a determinados valores que han sido sustituidos por otros,
porque, como afirma Max Scheler, cada época histórica estima y prefiere unos
valores para los que han sido ciegos los hombres de épocas anteriores.
Respetando, pues, las diferencias, debe
existir un consenso en cuanto a un número mínimo de valores que emanan
directamente de las exigencias de la convivencia democrática, como pueden ser
el respeto, la tolerancia, la cultura de la paz, la justicia, la solidaridad, y
un largo etcétera.
La pedagogía del amor
tiene conciencia de que la efectividad del proceso educativo depende, en gran
medida, del grado de confianza del educando y de la credibilidad que le merezca
el educador, porque el adolescente vive una situación ambivalente, ya que, por
un lado, su inseguridad le induce a confiar en sus educadores, pero, por otro,
su fuerte espíritu crítico y su afán de independencia y autonomía
para reafirmar su yo le impulsan a cuestionarlo todo y a rechazar, como
obsoleto y desfasado, cualquier principio que provenga de los adultos,
refugiándose en su soledad o en sus amigos, donde no experimenta una sensación
de subordinación, sino de igualdad.
De ahí que trate de expresar su
mismidad a través de diarios íntimos o mediante la apropiación de
modelos idealizados (posters, fotografías,...) o cambiando su aspecto externo y
su vestimenta o adoptando incluso un vocabulario propio de su generación.
Pero esta búsqueda de identidad
personal se produce en una etapa en la que su vida está sembrada de
incertidumbres y de dudas, desconoce sus capacidades reales, requiere la
aprobación social de su conducta, su personalidad es influenciable y
maleable y, aunque abiertamente rehúsa la intervención de los adultos, necesita
su orientación para saber a qué atenerse y asumir el papel más conveniente.
La pedagogía del amor
es sumamente comprensiva, porque reconoce las necesidades e intereses del
educando, atiende su problemática, sabe que la afectividad ocupa un lugar
relevante en la psicología del adolescente y que esta
hiperemotividad arraiga en sentimientos profundos y se manifiesta
mediante cambios bruscos de humor, falta de autocontrol y continua
inestabilidad emocional. Por ello los educadores deben ofrecer una
imagen de equilibrio emocional y, armados de paciencia, comprender la situación
y tratar de canalizarla con mucho amor, sin perder los
nervios, con dulzura, con amabilidad y sin esperar recompensas, porque el amor
ha de tener un sentido oblativo y no buscar gratificaciones ni agradecimientos,
ni regatear esfuerzos, ni escatimar tiempo.
La educación no suele tener una
rentabilidad inmediata, pero es la mejor inversión de futuro que se puede
hacer.
La pedagogía del amor
rehúsa toda actitud autoritaria o hiperinterven sionista, que se
jacta de imponer siempre su voluntad y hacerse obedecer sumisamente o de
proteger exacerbada menté al educando, ignorando y asfixiando su incipiente
personalidad, porque tanto el autoritarismo como el superó tuciorismo generan
personalidades débiles y dependientes o suscitan la rebeldía del adolescente.
Pero rechaza, igualmente, la cómoda
actitud que, creyendo inspirarse en un aire liberal, adopta una posición de
permisividad absoluta, con intervenciones raras, vacilantes y sin firmeza,
porque ello equivale a desentenderse de la educación y esta carencia incide muy
negativamente en el desarrollo armónico de la persona, aumenta la inestabilidad
emocional del adolescente y, en la mayoría de los casos, su grado de
conflictividad y puede, incluso, dar lugar a serios trastornos de personalidad.
La educación reclama la existencia de
autoridad y esta autoridad reside necesariamente en el educador.
No cabe duda de que su ejercicio es muy
difícil y, desde luego, menos gratificador que dejar hacer, pero es indudable
que su presencia resulta imprescindible en el desarrollo del proceso educativo.
La autoridad que deben ejercer los
educadores no es una autoridad coactiva, ni se opone a la libertad del
educando, ni es egoísta, sino que está pertrechada de amor, se adapta a
las necesidades del adolescente, reviste un carácter orientativo, canaliza sus
sugerencias e iniciativas, pero no tolera todos sus caprichos y tonterías, es
respetuosa con las normas y no vacila en aplicar con rigor las reglas del juego
democrático.
La pedagogía del amor
es consciente de la complejidad del proceso educativo y de la conflictividad
que comporta la convivencia, mayor aún en un periodo de
formación, pero sabe que los conflictos generan frustración y que ésta tiene
como consecuencia inmediata la agresividad, una agresividad que puede ser infra
punitiva, si está dirigida sobre el propio sujeto y entonces puede originar
ciertos complejos, o extra punitiva, si se desplaza y se dirige contra personas
u objetos que nada tienen que ver con la causa de su frustración, en cuyo caso
se convierte en fuente permanente de violencia y agresión . Por ello la
pedagogía del amor se apresura a resolver los conflictos y lo hace del modo más
eficaz posible, es decir, de manera serena y reflexiva, utilizando siempre el
diálogo e intentando convencer mediante argumentos racionales.
Estos procedimientos no siempre darán
resultado, porque la conflictividad, en muchos casos, es fruto de esa
inestabilidad emocional y de esa necesidad de reafirmación del yo que caracterizan
al adolescente.
En tales circunstancias, será necesario
recurrir a otras medidas, incluido el castigo, pero estas medidas se tornarán
ineficaces si su uso es abusivo.
La pedagogía del
amor, en fin, asume el gran papel del educador en la educación y su innegable
influencia sobre el educando. Por ello termino con estas palabras de García
Morente: “Todos conocemos en nuestro derredor hombres varios y vemos que
algunos atraen más, educan más que otros. ¿Por qué? No cabe dudarlo: los más
influyentes, los más atractivos, los más educadores son los que con mayor
plenitud realizan valores positivos; son los modelos que propendemos a imitar,
porque los admiramos y los amamos.
En general, puede decirse, pues, que
todo educador ha de ser un buen modelo, ha de realizar en sí mismo altos
valores”.
Algunas de
las características más notables de la pedagogía del amor
-
La pedagogía del
amor significa gozar el cúmulo de experiencias que la hermosa vida nos acerca,
recibiéndolas y bautizándolas con la mirada y sentido elegido para crecer, más
que para sobrevivir.
-
La pedagogía del amor, descubre
que la educación es un fluir cerrado al intento de abrirlo desde fuera, su
cerradura está dentro, en el corazón de cada estudiante-alumno-maestro que cada
uno es; notifica que precisamos atender y comprender que la llave que conecta
la fuente de educación palpitante en todo corazón, es la afectividad; constata
que el amor educa integralmente; emprende la ventura de vivir siendo lo que se
es con el ejemplo.
-
La pedagogía del
amor es autoridad venida de elegir ser ejemplo de aquello que se quiere
multiplicar. es saber que el amor orienta, guía dejando que fluya desde cada educador/educando
la validación cotidiana de su experiencia, sumada a la instrucción de su
maestro íntimo, espíritu o estado de conciencia crítica.
-
La pedagogía del
amor se nutre de vivencia, paraíso de concreción, de no ser así, cualquier
conocimiento no pasa de ser un dato más que “pulula” en el subconsciente
de niñas/as, en el intelecto de adultos/as curtidos/as de añoranza, vacío,
desarraigo, carencia, desamor, dependencia del qué dirán, inhabilitados de la
plenitud de vivir amando cada sonido, circunstancia, hecho que el laboratorio
diario concede para abrillantar aún más nuestros talentos, facultades,
virtudes.
La educación a través de la pedagogía del amor, desarrolla transformación
espiritual, pedagogía del cariño, pedagogía de la ternura, pedagogía de los afectos, en fin, la raíz simiente de la educación del corazón o despertador
del alma, huella digital de dios en nosotros, en los otros, y de nosotros en todos
sin excepción.
NOTA IMPORTANTE A LOS EDUCADORES SALVADOREÑOS.
Esto de la pedagogía del amor tal vez
les parezca muy idealista y poco practica pero es muy posible aplicar y comienza
cuando como educadores asumimos el deber y el compromiso de formar y educar a
nuestra sociedad, seguido de un inagotable amor y sacrificio asía la humanidad,
proponiéndonos cada día aprender y capacitarnos mas para poder ayudar de mejor
forma a la humanidad y que esto se convierta nuestra principal meta en la vida
Sugerencias y/o comentarios favor envíemelas
a las siguientes direcciones electrónicas
San
Salvador 13 de Marzo 2012
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