LA GLOBALIZACIÓN Y EL CAPITALISMO ES IGUAL HA, DESCULTURACIÓN
Y CRISIS DE IDENTIDAD PARA EL SALVADOR.
Por: Lic. Mario Alexis
Ayala P
Están ocurriendo cambios demasiados rápidos en el mundo y
los jóvenes y niños son los más susceptibles a estos cambios, que se presentan
en forma bruscas ante su desarrollo.
Como docentes debemos de conocer estos cambios súbitos en la
sociedad y en la “gran aldea global” a
fin de orientar de mejor forma a nuestros jóvenes, es por esta razón que a
continuación escribo un poco de los cambios para que los conozcamos y podamos
orientar mejor a nuestros jóvenes.
El estudio del impacto de la globalización y de la emergencia de
la sociedad de la información en la evolución de las culturas del mundo todavía
está en sus comienzos.
Sin embargo, observamos el inicio de 4 tendencias principales que, con el tiempo,
pueden trastornar la configuración ge cultural del planeta.
La primera
tendencia se refiere a la relación entre cultura y economía que nos anuncia la
naturaleza de los nuevos valores que dominarán la próxima fase del desarrollo
del capitalismo y del consumismo.
La segunda,
concierne a la nueva relación que parece establecerse entre cultura y
geopolítica.
Mucha gente ya no duda en hablar de la guerra de culturas como de
un factor determinante en las relaciones internacionales.
La tercera
tendencia está ligada a la relación entre cultura y política; la emergencia de
una cultura global que trasgrede las fronteras culturales tradicionales se oponen
a la afirmación del Estado-nación y reduce visiblemente el control del Estado
en la formación de los ciudadanos.
La cuarta y
última tendencia se refiere a la relación entre cultura y sociedad; la
integración progresiva de una amplia franja de élites mundiales a una misma
cultura global, dominada por las problemáticas y los valores de las sociedades
más avanzadas, produce el desmembramiento de muchas culturas nacionales, y deja
en un total vacío de sentido a sectores enteros de sociedades humanas.
Economía y cultura: hacia un mercantilismo cultural de
alcance mundial
La contradicción entre la lógica mercantil de las sociedades
multinacionales y la lógica cultural como excepción cultural significa el rechazo del
poder absoluto del mercado, y del consiguiente sacrificio de nuestra conciencia
y nuestro humanismo.
Sin embargo, la sujeción de la cultura a la lógica economicista no
atañe sólo al reparto del mercado cultural.
También influye directamente en la evolución de la sustancia misma
de las culturas.
La generalización y la popularización a escala mundial de los
valores de la sociedad de consumo, iniciada hace varios decenios, provocan un
verdadero cambio de mentalidades, de costumbres y de ética, tanto en las élites
sociales como en las clases más desfavorecidas.
Si, para la gente del pueblo, el consumo continúa siendo un vector
fundamental en la producción de sentido y de valores, los verdaderos valores
que circulan en la cultura globalizada son el abandono del compromiso social,
político y moral de las élites en favor de la búsqueda del triunfo personal y
de estrategias carreristas.
Tener éxito, superarse, ser eficaz y dinámico, constituyen ahora
el núcleo central de la ética burguesa. (Que impone impunemente sus propios valores
a culturas “débiles “como la nuestras aunque estos sean exógenas a su realidad y
su propio contexto histórico)
Se rechazan los valores, las tradiciones y los conocimientos aparentemente
difíciles de convertir en éxito, por carecer de interés y sentido.
De hecho, la cultura al servicio de la acción depredadora sólo
representa la dimensión dinámica del consumismo pasivo, fundamento de un
individualismo egocéntrico que sustituye la clásica ética de libertad, igualdad
y fraternidad, es decir, también de ciudadanía.
Cultura y hegemonía internacional: el control de la
industria es la clave del éxito de la dominación mundial
El sector de la industria cultural, es decir, de la información y
de las comunicaciones, es actualmente el primer sector donde opera la dinámica
de diferenciación entre los grupos de naciones y donde se afirman nuevas formas
de dominio.
Es en esta área donde la concentración del capital y de las
inversiones es la más importante respecto a los otros sectores.
Así, la infraestructura del mundo actual se coloca en manos de
unas grandes multinacionales, lideradas por cinco gigantes como son Time
Warner, Turner, Disney ABC y Westinghouse CBS. Son las mismas empresas que actúan
para obtener la rápida liberalización de los intercambios en el ámbito de las
comunicaciones y de la difusión.
Casi todas estas empresas pertenecen a las tres grandes potencias
económicas: los Estados Unidos, Europa y Japón.
En contra de la ilusión creada por el neoliberalismo en boga,
estas empresas no actúan solas ni en un vacío estratégico y político.
Están apoyadas política y financieramente por los estados
mencionados, aunque sea de manera indirecta.
Del mismo modo que la globalización refuerza la relación
estructural de marginación y de subdesarrollo que caracteriza las relaciones
internacionales en el aspecto económico-social, también agrava el abismo que
separa a los grupos de naciones en el ámbito de las relaciones de hegemonía.
La globalización favorece el control del destino del mundo por
parte de una potencia que con diferencia es la más hegemónica.
En efecto, sin cierto control de la revolución de la información y
de las comunicaciones, ninguna nación es capaz, hoy en día, de elaborar una
estrategia eficaz que pueda asegurar su supervivencia y su seguridad.
Sólo las pocas naciones más avanzadas pueden participar
activamente en el juego internacional.
Pero los Estados Unidos son la única potencia que puede pretender
detentar el liderazgo mundial, pues tan sólo ella es la única capaz de elaborar
una estrategia de alcance planetario.
Ello explica la americanización del mundo después de su
occidentalización en el período de la revolución industrial.
La sociedad salvadoreña ante una colonización cultural
Paralelamente al ascenso del papel de la cultura y de la industria
cultural en la formación de las fuerzas y la potencia de las naciones (en este
caso, las que han protagonizado la revolución científico-técnica), se
desarrolla una nueva ideología llamada "del choque entre culturas".
La colonización de las culturas es una guerra sin salida, a
no ser la despersonalización del otro, es decir, su eliminación pura y simple
como identidad cultural, y por consiguiente, como la correspondiente entidad
política.
La colonización de las culturas conduce pues directamente a la
purificación étnica, o más bien al contrario, la justifica, le da sentido y
razón.
Esta colonización debe ser
llevada por todas partes, y por todos los medios, contra las religiones,
naciones, estados y grupos sospechosos de irredentismo, y que rechazan de
manera demasiado visible el orden establecido.
La colonización no se prepara
contra una agresión caracterizada o contra una amenaza real o posible, sino
contra espectros trabajados deliberadamente para atormentar el sueño de las
opiniones públicas manipuladas y preocupadas.
El objetivo de una colonización mediática es la demonización del
adversario –sea éste una nación, una religión, un grupo político o ideológico–
para justificar su destrucción total, como lo ilustró
La manipulación o el control de los medios de comunicación se convierten
en un elemento principal de las estrategias de dominio o, actualmente, más bien
de satelización.
Y en el núcleo de esta acción se encuentra la reconstrucción de la
imagen del otro, su deformación y difamación.
Con la demonización del otro, los protagonistas buscan
simultáneamente la desestabilización del presunto enemigo, el aniquilamiento de
su voluntad de combate, y la legitimación de su destrucción.
Estas nuevas estrategias de dominio y de satelización se basan,
sin duda, en un hecho real: el crecimiento del papel de la imagen en la
formación de las relaciones de poder y de hegemonía.
En efecto, a medida que el Estado-nación pierde su pertinencia y
ve decrecer su peso en el destino de las naciones, a los conflictos de
intereses que enfrentan a las naciones se añade un segundo foco de discrepancia
en el que lo que está en juego es la visibilidad de una colectividad, de unos
signos de reconocimiento, de unos valores y símbolos en los que se manifiesta
una identidad.
El control de la infraestructura cultural planetaria, de los
programas, de las patentes de los inventos, en resumen, de la producción
intelectual y de los medios que contribuyen a su difusión, ofrece un gran
potencial, todavía poco explotado, para asegurar la hegemonía de una nación.
Además, este control no es solamente un triunfo en el juego
estratégico. Es un factor fundamental en el éxito de todo enfrentamiento
futuro.
Cultura y política: la emergencia de la sociedad civil y el
resurgimiento de las solidaridades tradicionales
En el plano nacional, la incidencia de la globalización cultural
en los vínculos de poder que determinan la naturaleza de lo político es similar
a la que caracteriza a las relaciones internacionales.
Mientras que los regímenes políticos de los países dominantes
parecen beneficiarse de un excedente de legitimidad gracias a la globalización
y a la emergencia de una cultura global, en los países dominados los regímenes
políticos sufren, en cambio, un déficit de legitimidad.
El imperio de las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación, en cambio, refuerza la osmosis entre lo político y lo cultural en
los centros, es decir, en las sociedades y élites dominantes en todo el mundo.
La mayoría de las naciones y de la población del planeta asisten a
la ruptura entre la esfera política y la cultural.
En la parte desfavorecida del mundo, los imperativos de
organización civil que constituye lo político entran en contradicción con la
ética de la supervivencia individual, lo cual se traduce en la disolución de
los vínculos políticos en las sociedades periféricas.
El Estado actúa como único actor político-militar y deja a la
sociedad en una verdadera situación de desorganización y de desolación cívica.
En efecto, en los centros de dominio de las nuevas tecnologías, la
reducción del espacio político, tanto en la organización de lo público como en
la definición de los desafíos de la competición entre grupos humanos, es compensada
por la emergencia de lo cultural como espacio global de creación y de
organización.
Globalización y barbarización
La oportunidad para que una cultura esté presente en la nueva
configuración cultural global, es decir, en el espacio común de creación y de
difusión, depende cada vez más de los medios financieros disponibles.
Requiere inversiones considerables, de las que sólo los grandes
países pueden disponer.
Y no hay duda de que esta situación perjudica a la mayoría de las
culturas del mundo y la nuestra no puede ser la e sección
Aquéllas que no disponen de los medios financieros y técnicos para
conectarse a las redes de comunicación globales pierden interés ante sus
propias naciones, pues ya no responden a las necesidades de la sociedad ni
tampoco crean ningún valor y/o sentido.
Están, pues, condenadas a ser eclipsadas por las culturas globales
y globalizadoras.
No hay duda -es un hecho- que la globalización viene acompañada de
un auténtico fenómeno de "occidentalización", incluso de
"americanización" del mundo.
Sólo los norteamericanos y sus aliados occidentales son,
actualmente, capaces de tener una tecnología, una ciencia, una estrategia y
unas culturas de alcances planetarios o difundidos a escala mundial.
No obstante, "occidentalización" y/o
"americanización" no significan la asimilación efectiva de los
grandes valores de la cultura occidental clásica (ni mucho menos sus riquezas)
por parte de las grandes masas de los pueblos desheredados.
La "occidentalización" no es, para utilizar un
término conocido, una aculturación o fecundación mutua de culturas que podría
beneficiar, de manera igual o desigual, a todas las naciones.
Es, ante todo, alienación, enculturación y
despersonalización.
Porque en el nuevo orden cultural el riesgo no se reduce al
dominio de una cultura por otra dominante, con el objetivo de que siga su
estela y que produzca los valores y sentidos que le son propios.
El peligro reside en la destrucción de la fábrica de las culturas
marginalizadas en tanto que productoras de un sistema coherente de pensamiento,
de signos, de representación y de identificación.
En la fase precedente, los valores humanistas y universalistas
pudieron penetrar en las culturas tradicionales únicamente porque éstas
existían y funcionaban como culturas integrales e integradas.
Esto quizás todavía sea posible en lo referente a la relación
entre las culturas europeas y la cultura americana hegemónica, pero ya no es
así en el caso de las otras culturas, (como la nuestra) excluidas de la
revolución de la información y de las comunicaciones, en gran parte
desestructuradas y, a menudo, descuartizadas.
En estas condiciones, la influencia de la cultura dominante no es
igual ni homogénea.
Más bien aparece a través de los procesos de
descomposición-recuperación selectiva de sus elementos contradictorios,
procesos que protagonizan los diferentes grupos sociales, en función de sus
estatus, puestos y ambiciones.
Las élites dominantes, llamadas occidentalizadas, se identifican
con los amos y dan prioridad a los elementos que ayudan a fabricar una
subcultura hecha de arrogancia, de sed de distinción, incluso de discriminación
social.
En cambio, los grupos desfavorecidos o sometidos se quedan con los
elementos que mejor responden al hambre insaciable de consumo, al
individualismo creciente y a los sueños de potencia fantasmagórica.
Así, a falta de una cultura local viva, capaz de digerir y de
asimilar los elementos de innovación y de creación, las sociedades más
despojadas no acceden a la cultura global por la vía de los valores y de los
productos más refinados.
Compiten, al contrario, por los desperdicios, más fáciles de
recuperar y obtenidos, incluso a veces regalados, en forma de películas y de una
abundante literatura de violencia y de perversión pornográfica y desmembración del
tejido social. (desculturisacion)
En resumen, podemos afirmar que, al contrario del proceso que
desde el siglo XIX presidió la modernización de los países del Sur a través de
la "occidentalización" de las élites y de la generalización de los
valores de la Ilustración como ética universal, la relación entre culturas que
establece la globalización conduce, más allá de la colonización del espíritu, a
la desestabilización profunda y desculturización de las culturas débiles, así como a la
satelización de las clases dirigentes.
Así, el espacio cultural global corre el riesgo de quedar dividido
entre una esfera estructurada, ocupada por la cultura innovadora de la élites
del mundo, y una segunda esfera sin cultura, donde se refugian centenares de
millones de seres humanos despojados de sentido y de reconocimiento.
Se trata de una esfera de contraculturas, formadas por los
desperdicios de la cultura global y los restos de las culturas tradicionales.
Su función no es la humanización de una comunidad, sino la constitución de una alteridad.
Para Finalizar:
La idea de la globalización de crear una sola aldea global mundial, es deshumanizante
e inmoral para culturas débiles como la nuestra
que solo formamos un eslabón mas en el control geopolítico del planeta de las principales
potencias globalizadoras del mundo, pero nunca participaremos de sus riquezas, dejándonos
pobres culturalmente por el intercambio cultural desigual entre una cultural débil
y una súper potencia.
San Salvador 11 de Mayo 2012
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