viernes, 11 de mayo de 2012

El salvador ante la Globalizacion



LA GLOBALIZACIÓN  Y EL CAPITALISMO ES IGUAL HA, DESCULTURACIÓN Y CRISIS DE IDENTIDAD PARA EL SALVADOR.


Por: Lic. Mario Alexis Ayala P



Están ocurriendo cambios demasiados rápidos en el mundo y los jóvenes y niños son los más susceptibles a estos cambios, que se presentan en forma bruscas ante su desarrollo.
Como docentes debemos de conocer estos cambios súbitos en la sociedad y en la “gran aldea global”  a fin de orientar de mejor forma a nuestros jóvenes, es por esta razón que a continuación escribo un poco de los cambios para que los conozcamos y podamos orientar mejor a nuestros jóvenes.


El estudio del impacto de la globalización y de la emergencia de la sociedad de la información en la evolución de las culturas del mundo todavía está en sus comienzos.
Sin embargo, observamos el inicio de 4  tendencias principales que, con el tiempo, pueden trastornar la configuración ge cultural del planeta.

La primera tendencia se refiere a la relación entre cultura y economía que nos anuncia la naturaleza de los nuevos valores que dominarán la próxima fase del desarrollo del capitalismo y del consumismo.

La segunda, concierne a la nueva relación que parece establecerse entre cultura y geopolítica.
Mucha gente ya no duda en hablar de la guerra de culturas como de un factor determinante en las relaciones internacionales.

La tercera tendencia está ligada a la relación entre cultura y política; la emergencia de una cultura global que trasgrede las fronteras culturales tradicionales se oponen a la afirmación del Estado-nación y reduce visiblemente el control del Estado en la formación de los ciudadanos.

La cuarta y última tendencia se refiere a la relación entre cultura y sociedad; la integración progresiva de una amplia franja de élites mundiales a una misma cultura global, dominada por las problemáticas y los valores de las sociedades más avanzadas, produce el desmembramiento de muchas culturas nacionales, y deja en un total vacío de sentido a sectores enteros de sociedades humanas.

Economía y cultura: hacia un mercantilismo cultural de alcance mundial
La contradicción entre la lógica mercantil de las sociedades multinacionales y la lógica cultural como  excepción cultural significa el rechazo del poder absoluto del mercado, y del consiguiente sacrificio de nuestra conciencia y nuestro humanismo.
Sin embargo, la sujeción de la cultura a la lógica economicista no atañe sólo al reparto del mercado cultural.
También influye directamente en la evolución de la sustancia misma de las culturas.
La generalización y la popularización a escala mundial de los valores de la sociedad de consumo, iniciada hace varios decenios, provocan un verdadero cambio de mentalidades, de costumbres y de ética, tanto en las élites sociales como en las clases más desfavorecidas.
Si, para la gente del pueblo, el consumo continúa siendo un vector fundamental en la producción de sentido y de valores, los verdaderos valores que circulan en la cultura globalizada son el abandono del compromiso social, político y moral de las élites en favor de la búsqueda del triunfo personal y de estrategias carreristas.
Tener éxito, superarse, ser eficaz y dinámico, constituyen ahora el núcleo central de la ética burguesa. (Que impone impunemente sus propios valores a culturas “débiles “como la nuestras aunque estos sean exógenas a su realidad y su propio contexto histórico)
Se rechazan los valores, las tradiciones y los conocimientos aparentemente difíciles de convertir en éxito, por carecer de interés y sentido.
De hecho, la cultura al servicio de la acción depredadora sólo representa la dimensión dinámica del consumismo pasivo, fundamento de un individualismo egocéntrico que sustituye la clásica ética de libertad, igualdad y fraternidad, es decir, también de ciudadanía.

Cultura y hegemonía internacional: el control de la industria es la clave del éxito de la dominación mundial
El sector de la industria cultural, es decir, de la información y de las comunicaciones, es actualmente el primer sector donde opera la dinámica de diferenciación entre los grupos de naciones y donde se afirman nuevas formas de dominio.
Es en esta área donde la concentración del capital y de las inversiones es la más importante respecto a los otros sectores.
Así, la infraestructura del mundo actual se coloca en manos de unas grandes multinacionales, lideradas por cinco gigantes como son Time Warner, Turner, Disney ABC y Westinghouse CBS. Son las mismas empresas que actúan para obtener la rápida liberalización de los intercambios en el ámbito de las comunicaciones y de la difusión.
Casi todas estas empresas pertenecen a las tres grandes potencias económicas: los Estados Unidos, Europa y Japón.
En contra de la ilusión creada por el neoliberalismo en boga, estas empresas no actúan solas ni en un vacío estratégico y político.
Están apoyadas política y financieramente por los estados mencionados, aunque sea de manera indirecta.

Del mismo modo que la globalización refuerza la relación estructural de marginación y de subdesarrollo que caracteriza las relaciones internacionales en el aspecto económico-social, también agrava el abismo que separa a los grupos de naciones en el ámbito de las relaciones de hegemonía.
La globalización favorece el control del destino del mundo por parte de una potencia que con diferencia es la más hegemónica.
En efecto, sin cierto control de la revolución de la información y de las comunicaciones, ninguna nación es capaz, hoy en día, de elaborar una estrategia eficaz que pueda asegurar su supervivencia y su seguridad.
Sólo las pocas naciones más avanzadas pueden participar activamente en el juego internacional.
Pero los Estados Unidos son la única potencia que puede pretender detentar el liderazgo mundial, pues tan sólo ella es la única capaz de elaborar una estrategia de alcance planetario.
Ello explica la americanización del mundo después de su occidentalización en el período de la revolución industrial.

La sociedad salvadoreña ante una colonización cultural
Paralelamente al ascenso del papel de la cultura y de la industria cultural en la formación de las fuerzas y la potencia de las naciones (en este caso, las que han protagonizado la revolución científico-técnica), se desarrolla una nueva ideología llamada "del choque entre culturas".

La colonización de las culturas es una guerra sin salida, a no ser la despersonalización del otro, es decir, su eliminación pura y simple como identidad cultural, y por consiguiente, como la correspondiente entidad política.

La colonización de las culturas conduce pues directamente a la purificación étnica, o más bien al contrario, la justifica, le da sentido y razón.

Esta colonización  debe ser llevada por todas partes, y por todos los medios, contra las religiones, naciones, estados y grupos sospechosos de irredentismo, y que rechazan de manera demasiado visible el orden establecido.
La colonización  no se prepara contra una agresión caracterizada o contra una amenaza real o posible, sino contra espectros trabajados deliberadamente para atormentar el sueño de las opiniones públicas manipuladas y preocupadas.

El objetivo de una colonización mediática es la demonización del adversario –sea éste una nación, una religión, un grupo político o ideológico– para justificar su destrucción total, como lo ilustró
La manipulación o el control de los medios de comunicación se convierten en un elemento principal de las estrategias de dominio o, actualmente, más bien de satelización.
Y en el núcleo de esta acción se encuentra la reconstrucción de la imagen del otro, su deformación y difamación.
Con la demonización del otro, los protagonistas buscan simultáneamente la desestabilización del presunto enemigo, el aniquilamiento de su voluntad de combate, y la legitimación de su destrucción.
Estas nuevas estrategias de dominio y de satelización se basan, sin duda, en un hecho real: el crecimiento del papel de la imagen en la formación de las relaciones de poder y de hegemonía.
En efecto, a medida que el Estado-nación pierde su pertinencia y ve decrecer su peso en el destino de las naciones, a los conflictos de intereses que enfrentan a las naciones se añade un segundo foco de discrepancia en el que lo que está en juego es la visibilidad de una colectividad, de unos signos de reconocimiento, de unos valores y símbolos en los que se manifiesta una identidad.
El control de la infraestructura cultural planetaria, de los programas, de las patentes de los inventos, en resumen, de la producción intelectual y de los medios que contribuyen a su difusión, ofrece un gran potencial, todavía poco explotado, para asegurar la hegemonía de una nación.
Además, este control no es solamente un triunfo en el juego estratégico. Es un factor fundamental en el éxito de todo enfrentamiento futuro.

Cultura y política: la emergencia de la sociedad civil y el resurgimiento de las solidaridades tradicionales
En el plano nacional, la incidencia de la globalización cultural en los vínculos de poder que determinan la naturaleza de lo político es similar a la que caracteriza a las relaciones internacionales.
Mientras que los regímenes políticos de los países dominantes parecen beneficiarse de un excedente de legitimidad gracias a la globalización y a la emergencia de una cultura global, en los países dominados los regímenes políticos sufren, en cambio, un déficit de legitimidad.
El imperio de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, en cambio, refuerza la osmosis entre lo político y lo cultural en los centros, es decir, en las sociedades y élites dominantes en todo el mundo.
La mayoría de las naciones y de la población del planeta asisten a la ruptura entre la esfera política y la cultural.
En la parte desfavorecida del mundo, los imperativos de organización civil que constituye lo político entran en contradicción con la ética de la supervivencia individual, lo cual se traduce en la disolución de los vínculos políticos en las sociedades periféricas.
El Estado actúa como único actor político-militar y deja a la sociedad en una verdadera situación de desorganización y de desolación cívica.
En efecto, en los centros de dominio de las nuevas tecnologías, la reducción del espacio político, tanto en la organización de lo público como en la definición de los desafíos de la competición entre grupos humanos, es compensada por la emergencia de lo cultural como espacio global de creación y de organización.

 Globalización y barbarización
La oportunidad para que una cultura esté presente en la nueva configuración cultural global, es decir, en el espacio común de creación y de difusión, depende cada vez más de los medios financieros disponibles.
Requiere inversiones considerables, de las que sólo los grandes países pueden disponer.
Y no hay duda de que esta situación perjudica a la mayoría de las culturas del mundo y la nuestra no puede ser la e sección
Aquéllas que no disponen de los medios financieros y técnicos para conectarse a las redes de comunicación globales pierden interés ante sus propias naciones, pues ya no responden a las necesidades de la sociedad ni tampoco crean ningún valor y/o sentido.
Están, pues, condenadas a ser eclipsadas por las culturas globales y globalizadoras.
No hay duda -es un hecho- que la globalización viene acompañada de un auténtico fenómeno de "occidentalización", incluso de "americanización" del mundo.
Sólo los norteamericanos y sus aliados occidentales son, actualmente, capaces de tener una tecnología, una ciencia, una estrategia y unas culturas de alcances planetarios o difundidos a escala mundial.
No obstante, "occidentalización" y/o "americanización" no significan la asimilación efectiva de los grandes valores de la cultura occidental clásica (ni mucho menos sus riquezas) por parte de las grandes masas de los pueblos desheredados.

La "occidentalización" no es, para utilizar un término conocido, una aculturación o fecundación mutua de culturas que podría beneficiar, de manera igual o desigual, a todas las naciones.
Es, ante todo, alienación, enculturación y despersonalización.

Porque en el nuevo orden cultural el riesgo no se reduce al dominio de una cultura por otra dominante, con el objetivo de que siga su estela y que produzca los valores y sentidos que le son propios.
El peligro reside en la destrucción de la fábrica de las culturas marginalizadas en tanto que productoras de un sistema coherente de pensamiento, de signos, de representación y de identificación.
En la fase precedente, los valores humanistas y universalistas pudieron penetrar en las culturas tradicionales únicamente porque éstas existían y funcionaban como culturas integrales e integradas.
Esto quizás todavía sea posible en lo referente a la relación entre las culturas europeas y la cultura americana hegemónica, pero ya no es así en el caso de las otras culturas, (como la nuestra) excluidas de la revolución de la información y de las comunicaciones, en gran parte desestructuradas y, a menudo, descuartizadas.
En estas condiciones, la influencia de la cultura dominante no es igual ni homogénea.
Más bien aparece a través de los procesos de descomposición-recuperación selectiva de sus elementos contradictorios, procesos que protagonizan los diferentes grupos sociales, en función de sus estatus, puestos y ambiciones.
Las élites dominantes, llamadas occidentalizadas, se identifican con los amos y dan prioridad a los elementos que ayudan a fabricar una subcultura hecha de arrogancia, de sed de distinción, incluso de discriminación social.
En cambio, los grupos desfavorecidos o sometidos se quedan con los elementos que mejor responden al hambre insaciable de consumo, al individualismo creciente y a los sueños de potencia fantasmagórica.
Así, a falta de una cultura local viva, capaz de digerir y de asimilar los elementos de innovación y de creación, las sociedades más despojadas no acceden a la cultura global por la vía de los valores y de los productos más refinados.
Compiten, al contrario, por los desperdicios, más fáciles de recuperar y obtenidos, incluso a veces regalados, en forma de películas y de una abundante literatura de violencia y de perversión pornográfica y desmembración del tejido social. (desculturisacion)
En resumen, podemos afirmar que, al contrario del proceso que desde el siglo XIX presidió la modernización de los países del Sur a través de la "occidentalización" de las élites y de la generalización de los valores de la Ilustración como ética universal, la relación entre culturas que establece la globalización conduce, más allá de la colonización del espíritu, a la desestabilización profunda y desculturización  de las culturas débiles, así como a la satelización de las clases dirigentes.
Así, el espacio cultural global corre el riesgo de quedar dividido entre una esfera estructurada, ocupada por la cultura innovadora de la élites del mundo, y una segunda esfera sin cultura, donde se refugian centenares de millones de seres humanos despojados de sentido y de reconocimiento.
Se trata de una esfera de contraculturas, formadas por los desperdicios de la cultura global y los restos de las culturas tradicionales. Su función no es la humanización de una comunidad, sino la constitución de una alteridad.

Para Finalizar:
La idea de la globalización  de crear una sola aldea global mundial, es deshumanizante e inmoral  para culturas débiles como la nuestra que solo formamos un eslabón mas en el control geopolítico del planeta de las principales potencias globalizadoras del mundo, pero nunca participaremos de sus riquezas, dejándonos pobres culturalmente por el intercambio cultural desigual entre una cultural débil y una súper potencia.      


San Salvador 11 de Mayo 2012


No hay comentarios:

Publicar un comentario